Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I

Introducción: propósitos y perspectivas 24 Hubo que esperar bastante para que se elaboraran nuevas obras con in- tención semejante. En su mayoría, fueron concebidas con fines divulgativos. Pudieron tener influencia en los medios de letrados, pero no presupusieron un replanteamiento panorámico. 7 Algunos de los textos fueron fallidos, pues quedaron limitados a los primeros años de implantación española y, a falta de nuevas fuentes disponibles, condenados a repetir a los cronistas del siglo xvi . 8 Esta pobreza historiográfica secular explica el éxito que registró La viña de Naboth , de Sumner Welles, 9 basada en documentación diplomática. Como ninguna otra, se circunscribió al marco tradicional político-militar-diplomá- tico, lo que la segrega de ser exactamente un precedente de historia general. Fue con el advenimiento del régimen de Trujillo, gracias al fortalecimien- to de la maquinaria burocrática y la perspicacia en ella acerca del valor de la cultura, cuando el Estado brindó apoyo a empresas historiográficas. Estos textos pueden ser vistos como precedentes solo en el sentido de que perse- guían comprender todo el transcurso de la historia dominicana. Lo hacían también desde una óptica distinta a la que hoy se considera global. Para esos autores, en la práctica, la historicidad era sinónimo de política, aunque algu- nos de ellos perseguían también adentrarse en procesos culturales. En cierto sentido, la culminación del interés por dotar al país de una síntesis amplia y contentiva de reflexiones útiles al orden entonces vigente culminó con la vasta obra de Ramón Marrero Aristy. 10 Fue el principal texto con factura intelectual que en esa época apuntó a la historia dominicana como un todo. También surgieron iniciativas personales, en razón de la ampliación de las condiciones para un trabajo intelectual independiente, siempre y cuando no chocase con el despotismo. La síntesis más ambiciosa fue la de Gustavo A. Mejía Ricart, con veinte tomos, de los cuales pudo publicar los primeros ocho, que llegó hasta 1821. 11 Este voluminoso tratado busca recoger el mayor número de información, se basa en variedad de fuentes, ejerce la crítica y despliega interpretaciones que le confieren nivel intelectual. Aunque las nociones de síntesis de estos autores mencionados estén en buena medida superadas, para los fines de la Historia general del pueblo dominicano es indispensable tomar en consideración un cúmulo de compo- nentes de la herencia dejada por ellos. Se aspira aquí a recuperar la riqueza multilateral que ha tenido la historiografía nacional, desde su constitución hasta el presente. Es de rigor, en primer término, repensar los contenidos de los autores liberales, que se centraron alrededor de la dilucidación de la con- dición nacional. 12 De igual manera, debe recuperarse el valor acumulativo de lo logrado por investigadores que se orientaron por una senda erudita. 13

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