Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I

El contrabando y la decadencia de las relaciones de producción esclavistas 602 dominicanos burlaban el control de los mercados vendiendo sus granjerías fuera de los controles impuestos desde Castilla, un derecho que al parecer era exclusivo de los peninsulares. A raíz de este hecho los andaluces aumentaron aún más el precio de sus mercaderías, razón por la cual los miembros del Cabildo de Santo Domingo decidieron gravar con fuertes tasas impositivas los productos que entraban a la isla, de manera particular el aceite, vino, calzados, ropas y harina. De estos géneros el que sufrió mayor carga impositiva fue la harina, por ser el artículo de más demanda. Por cada arroba que entraba por aquel puerto los mercaderes béticos fueron obligados a pagar un castellano de oro. Para aplicar dicho canon el gobierno municipal contó con el respaldo de la Real Audiencia, apoyo que naturalmente se debió a que un número considera- ble de oidores representaban o formaban parte del entramado azucarero. Las denuncias hechas por las autoridades de Santo Domingo sobre los al- tos precios de las mercaderías que llegaban desde Sevilla es algo que requiere cierta explicación. No hay duda de que realmente los precios eran exorbitan- tes; sin embargo, esto no solo se debía a las leyes del mercado, sino a la canti- dad de intermediarios que había desde que el producto era desembarcado en el puerto hasta que llegaba a los consumidores. Para paliar esta situación, el licenciado Valdivia, uno de los visitadores que tuvo Santo Domingo, prohi- bió esta práctica alegando «que, en esta ciudad hay una manera de contratar muy dañosa: que muchos compran azúcar fiada de personas que no tienen ingenios de azúcar y venido el tiempo de la paga como no la tienen súmase información del valor en que anda que siempre suele ser a más subido precio del que valía al tiempo que se compró y hace obligación pagarlo a dinero y en volviendo a bajar se vuelve a hacer compra y venta de azúcar y así se va multiplicando la deuda en un tiempo a otro y paréceme que sería bien vues- tra majestad mandase que ninguno comprase azúcar sino el que la hubiera de cargar y que otros no la puedan comprar sino de personas que tengan ingenios y con esto no habrá regatones y se quitará una ocasión que es muy principal para subirse el azúcar». 6 Pero los esfuerzos realizados durante décadas para liberalizar el comer- cio antillano resultaron infructuosos. El rígido control ejercido por la metró- poli sobre la navegación atlántica siguió perjudicando de manera directa a los productores de Santo Domingo, hecho que dificultó cada vez más la salida de las principales granjerías de la colonia hacia la Península. Las condiciones impuestas por los maestres de los navíos que atracaban en el puerto de Santo Domingo afectaron a las exportaciones, causando cuan- tiosas pérdidas entre los productores locales. Quienes no tenían medios para embarcar los azúcares, cueros y demás productos, estaban obligados a pagar

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