Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I
Historiografía dominicana 106 De tal manera, la crítica que dirigía a los sectores populares la hizo extensiva a los dirigentes, incluso con mayor contundencia. Responsabilizó a los citadinos de los estratos superiores del cúmulo de problemas no resuel- tos, en la medida en que no habían podido generar una práctica educativa que transformara el país. Ponderó de manera sombría el estado intelectual y moral de los sectores dirigentes, convencido de que compartían en igual medida los males básicos, anclados en la psicología colectiva. El deje irónico de su crítica de las costumbres estaba más dirigido hacia los de arriba que hacia los de abajo. Hallaba la fuente de todos los males en la falta de instrucción, de manera que se adelantó a Hostos en la búsqueda de una propuesta de reforma edu- cativa y cultural. Ubicó el origen de tal situación en la mala administración tricentenaria de España. Con Espaillat, quien estaba matizado por la confron- tación con España durante la Restauración, llegó a un cenit la hostilidad hacia las consecuencias antimodernas del ordenamiento colonial. Estaba seguro de que la antigua metrópoli representaba lo opuesto del modelo de civiliza- ción, ejemplificado por Inglaterra y Estados Unidos. Aunque no lo afirmaba taxativamente, hacía arrancar los componentes bárbaros de la idiosincrasia dominicana de su raíz en el coloniaje español. Se desprende que, si bien la reflexión apuntaba hacia la modificación del sistema político, tenía por terreno de fondo la reforma de mentalidades y costumbres. El análisis político y social se dirigía, para tener sentido, hacia la crítica cultural. Resultaba imperativo superar los rasgos bárbaros, como cuestión elemental de supervivencia ante el estadio histórico del presente. «María» antecedió a Hostos en el inventario de las pretendidas costumbres nefastas de los dominicanos, que incluían la gallera y el fandango (en la ver- sión del merengue). 107 Tendría que ser un requisito insoslayable que tal estilo de vida quedara desarraigado, lo que únicamente podría lograrse mediante una combinación de la instrucción y el crecimiento económico. Encontró en la inmigración una panacea todavía superior a la de la instrucción, un detonante para salir del marasmo, pues no parece que visualizara medio alguno para que la población dominicana, por sí sola, superara el atraso secular. Pero, lejos de convalidar la interpretación de racismo, la propuesta edu- cativa que elaboró demuestra lo contrario. Espaillat estaba seguro, como la generalidad de liberales, de la potencialidad auspiciosa de los dominicanos, que representaban un contingente apto para la civilización, dotado de todas las atribuciones inherentes. 108 No hay indicio alguno en su obra que demuestre la existencia de una problemática étnica o racial. Su planteamiento se reduce
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