Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I

Historiografía dominicana 108 Inauguró una mirada de la historia centrada en lo social. Fue otro pionero que, por el estado de atraso cultural, quedó solitario, aun si se toma en consi- deración la posterior aplicación del paradigma de Hostos. Bonó se adelantó a Espaillat en el rechazo de la política. Adoptó la escri- tura precisamente como alternativa existencial a la acción. Se identificaba a sí mismo como intelectual, posición privilegiada que no variaba frente a ninguna opción de poder. Rechazó en tres ocasiones la oferta de Luperón de llevarlo a la presidencia de la República. Su vida estuvo jalonada por la tensión de no ver plasmado un estado de realización del colectivo. Llegó incluso a colaborar con los enemigos del liberalismo, de seguro ante circunstancias excepcionalmen- te duras, pero también tal vez como expresión de desencanto momentáneo. Sufrió prolongadas temporadas de escepticismo en que dejaba de escribir. Probablemente experimentó una sensación de impotencia ante las consecuen- cias devastadoras que preveía iba a provocar la modernización económica y se apartó de las certezas liberales sobre la irrevocabilidad del progreso histórico. La introducción del «capitalismo del privilegio», como lo caracterizó, auguraba una desgracia colosal: la exacerbación de la explotación social, la proletariza- ción de la masa campesina y la destrucción de la nación, el supremo bien de los dominicanos. A nombre de la nación y de las clases trabajadoras, se hizo el crítico más incisivo de la modernización capitalista. Quedó como un pensador solitario, pues su crítica escapaba a los contornos ideológicos de una sociedad con un acusado atraso material y un desfase en la emergencia de corrientes ideológicas. En sus últimos años desechó la esperanza en una rectificación resultante de la reforma cultural por la que había abogado, al visualizar que el pueblo ha- bía interiorizado la corrupción, la condensación inédita de todos los males. Se refugió en un misticismo que lo llevó a abjurar de las certezas racionalistas que antes había defendido. A pesar de la constatación del fracaso del liberalismo en el país y de su caída en el misticismo, en definitiva no llegó a negar sus tesis sobre el camino deseable, por lo que se mantuvo como un crítico de la realidad social. Siempre en búsqueda de intersticios para la esperanza, en corresponden- cia privada con Meriño visualizó en la Confederación de las Antillas un recurso para la recomposición de un camino hacia la realización nacional, no obstante que la idea hubiera sido propuesta por Hostos, a quien dirigió duros reproches por considerar que el racionalismo laico no cuadraba con los requerimientos compasivos para un pueblo pobre como el dominicano. 111 Desde su juventud, mientras se desempeñaba junto a Espaillat como uno de los prohombres del liberalismo cibaeño, comenzó a delinear algunos de los elementos originales de su discurso. Ya en la década de 1850, le interesaba

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