Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I

Historiografía dominicana 110 Santiago, que intituló «Apuntes sobre las clases trabajadoras dominicanas». 113 Fue su obra cumbre en tanto que sociólogo-historiador, por cuanto integraba las visiones que había venido formándose acerca del pasado. Con el armazón intelectual asentado en ese texto, acentuó la crítica social y cultural para opo- nerse al estilo de modernización económica impulsado por sus compañeros del Partido Azul. Lo que guiaba el enfoque de «Apuntes» fue la formación del campesi- nado dominicano, que identifica como el núcleo de las «clases trabajadoras», alrededor del cultivo del tabaco. Se remontó a los cambios experimentados en los patrones productivos desde fines del periodo colonial e identificó, por primera vez, un proceso de descomposición del hato ganadero que dio paso a unidades más pequeñas, denominadas ranchos. Ese proceso facilitó la generalización de la condición campesina, que encontró en el tabaco su entorno material de realización, de donde advino el fundamento de todo un esquema de organización social, que permitió la autonomía de los trabajado- res y, desde ella, la forja de la patria. El carácter democrático que atribuyó a ese cultivo lo contrapuso a lo que consideraba como un sesgo oligárquico de otros productos, en particular el cacao. Donde su juicio crítico adquirió mayor fuerza fue en torno a la forma- ción de las haciendas azucareras en la banda sur. Auguró una catástrofe a resultas de la proletarización de los trabajadores. En escritos subsiguientes se concentró en esa intención crítica, con el fin de defender al tabaco frente a las modas de los sectores dirigentes y de cuestionar el estilo de desarro- llo que encontraba en la caña de azúcar su manifestación más definida. A partir de ahí, incursionó en un abanico temático que le permitió abarcar la problemática general por la que atravesaba el país. Entrevió una crisis de civilización que no sabía cómo enfrentar, más allá de fórmulas como la cooperación entre creatividad de los trabajadores y capacidad de ejecución de los «directores». Entró en una nueva fase de silencio. Poco después de escribir varios en- sayos, a mediados de la década de 1880, aceptó la amistad que le propuso el dictador Heureaux, de seguro por considerar que no tenía sentido plantar- le oposición. Años después, en 1895, sin embargo, dio a la luz una serie de opúsculos titulados Congreso extraparlamentario. Por medio de una situación imaginaria, reconsideró los mismos problemas mediante la reunión de dele- gados de las poblaciones de la República para hacerse cargo por sí mismas de su destino. Renovó su ataque al estilo de modernización que se estaba produciendo y volvió a ponderar las excelencias del tabaco, por representar lo opuesto a la proletarización que acarreaba el azúcar. Pero, como novedad,

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