Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I

Historia general del pueblo dominicano 121 La viña de Naboth asumió una perspectiva de nacionalismo democrático dominicano. Continuó la senda de cuestionar las tendencias anexionistas de los círculos políticos conservadores y de enaltecer los esfuerzos por la auto- determinación y la democracia desplegados por los liberales decimonónicos. Por ejemplo, la censura a Pedro Santana creaba un problema para el régimen, pero dificultades de ese tenor no se ventilaron, en aras de las buenas relacio- nes con Washington y porque muchas afirmaciones nacionalistas del antiguo procónsul coincidían con las necesidades de legitimación del régimen. La dis- tancia «objetiva» que se auto-asignaba el historiador y diplomático culminó con la evaluación crítica de la ocupación militar de 1916, aunque distó mucho de reconocer los mayores efectos negativos de esa acción imperialista. Resultaba inevitable que, detrás de la empatía por el pueblo dominicano, el procónsul reprodujera supuestos etnocentristas y, en definitiva, persiguiera una legalización del sistema de dominio de Estados Unidos sobre la región. L a etapa trujillista Por primera vez en el devenir del colectivo dominicano, bajo la prolon- gada dictadura de Rafael L. Trujillo el poder político se propuso instrumenta- lizar la cultura al servicio de su reproducción. Como ha sido suficientemente tratado, el Estado penetró todos los espacios de la vida social como parte de un ordenamiento autocrático sui generis . El ámbito privilegiado de la oficialización de la cultura fue la historia dominicana. Trujillo y sus auxiliares se mostra- ron indiferentes respecto a las manifestaciones literarias y artísticas, con tal de que no contuvieran implicaciones críticas de la realidad política. Incluso en temáticas polémicas, el régimen permitió que los historiadores pudieran enunciar sus conclusiones personales, con tal de que no contraviniesen los lineamientos oficiales. En contrapartida, todo intelectual reconocido, salvo contadas excepciones, estaba obligado a expresar adhesión al régimen, al margen de la temática tratada en sus elaboraciones. El régimen construyó un discurso historiográfico que, por definición, es- taba aquejado de falacias, superficialidad y oportunismo. La mayor parte de quienes se sumaron a la empresa cultural del orden lo hicieron cumpliendo instrucciones, detrás de ascensos en el escalafón burocrático o recompensas materiales. Trujillo era sensible a las manifestaciones retóricas referentes a él y a su obra. Casi todos los intelectuales integrados al concierto ideológico

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