Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I

Historiografía dominicana 122 del régimen compatibilizaban su condición de verdaderos trujillistas con el miedo que se cernía sobre toda la población, por lo que tuvieron que ajustar sus elaboraciones a pautas codificadas. En consecuencia, las líneas del discurso del régimen respondían a preceptos burocráticos estipulados ex ante . En consonancia con el ordena- miento autoritario, las elaboraciones desdibujaban la subjetividad en aras de la concordancia sistémica del discurso. El resultado no pudo ser otro que una retahíla enervante de proclamas reiterativas, carentes de credibilidad. Conscientes de lo que ello entrañaba, algunos autores intentaron tomar distancia respecto a los moldes administrativos del discurso histórico, en aras de forjar planteamientos más consistentes. Pero para poder hacer tal despliegue personal, estaban obligados a extremar los componentes irracio- nalistas de los principios oficializados. Precisamente, el punto focal de la historiografía oficial consistió en la ponderación de la figura de Trujillo de tal manera que escapaba al raciocinio. Desde varios ángulos, los epígonos del régimen proclamaron que las carac- terísticas del medio dominicano se apartaban de las comunes del mundo occidental, y Trujillo personificaba, como pieza indispensable, la pretendida originalidad. Al tirano se le atribuían condiciones excepcionales, impondera- bles, que lo situaban por encima de los atributos humanos. La consigna Dios y Trujillo emanaba de este principio de consideración del personaje, dotado de conexión con el designio divino. Este sesgo se concretó principalmente en las biografías del dictador, género de primera importancia. 139 Casi toda la producción al servicio del régimen recaía en la dimensión personal de Trujillo, como demiurgo de una realidad magnífica. Los logros de la Era se reducían a la exteriorización del genio de Trujillo, en quien subyacía el origen del desenvolvimiento de la colectividad. En tal tipo de razonamiento se resumía el núcleo de la filoso- fía trujillista de la historia dominicana, que comprendió las elaboraciones sofisticadas de autores como Manuel Arturo Peña Batlle y Ramón Marrero Aristy. Los panegiristas del régimen presentaban un contraste absoluto entre un pasado de frustración y un presente pletórico de realizaciones. De la per- manencia de Trujillo dependería el alcance de un futuro todavía más pro- misorio. Como la legitimación del presente pasaba por la reconsideración del pasado, el régimen promovió la confección de historias generales. Esto se facilitaba por el hecho de que hasta entonces, como se ha visto, existían contadas síntesis de cierto alcance, y que de ellas la que más se acercaba a 1930 era la de Welles.

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