Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I

Historia general del pueblo dominicano 123 Dentro de este género se desprendieron los libros de texto para un pú- blico amplio. En el componente educativo incluso algunas cosas quedaron como antes. Fue el caso con el libro de Bernardo Pichardo, compatible con los requerimientos oscurantistas del régimen. 140 Con el tiempo, de todas mane- ras, se buscaron sucedáneos más acordes con lo que se perseguía, como fue el manual de Joaquín Marino Incháustegui, popularizado por estar pautado por la ideología del régimen. 141 En el discurso oficial se incorporaron temáticas resultantes de los desarro- llos hechos por diversos autores. A la postre quedó una suerte de corpus que partía de la exaltación del hispanismo, tema que marcaba la piedra de toque conservadora del armazón cultural y retomaba la tradición que había arrancado de Sánchez Valverde. Se abrogó la consideración criolla de la historia nacional esbozada por los liberales. La colonia quedó representada como el momento auspicioso de génesis del colectivo dominicano, puesto que la idiosincrasia es- pañola quedó fijada en la estirpe. Conforme a esa teoría burocrática, los domini- canos se habían conformado en virtud de una sustancia hispánica que borraba de hecho las divisiones raciales o de cualquier otro tipo. A partir de ahí se reintrodujo como tema central la contraposición con Haití. El orden hispánico, en el que se gestó una comunidad integrada en el siglo xvi , fue vulnerado por la vecindad francesa. Una lucha terrible de los dominicanos, protegidos por el designio divino, en defensa de su patrimonio explica la supervivencia. La agresión fue agudizada por los haitianos, quienes aspiraron explícitamente a anular el colectivo dominicano. El peso dedicado a tales temáticas explica la proliferación de estudios y ediciones de documen- tos sobre la época colonial, para que autorizaran la manipulación política del pasado. Aunque a menudo de manera matizada, el discurso oficial de la historia dominicana mostró hostilidad hacia el ordenamiento republicano, visto de hecho como etapa de debilitamiento de la herencia hispánica y de vigencia de valores exógenos que pusieron en peligro la integridad nacional. Trujillo venía a ser la antítesis de los caudillos y bandoleros que azotaron al país y que provocaron el desorden que desembocó en la Ocupación Militar de Estados Unidos. La excepción mayor había sido Pedro Santana, a quien se le ratificó la condición de garante de la independencia y cuyo anexionismo fue rescatado de manera subrepticia, bajo el alegato de que encarnó el espíritu de la hispa- nidad. Sus atributos se concretaron en el mérito de derrotar la amenaza hai- tiana. El enaltecimiento cuasi-oficial de Santana se canalizó en una encuesta auspiciada por El Caribe. En ella, Emilio Rodríguez Demorizi propugnó por el reconocimiento simultáneo de Duarte y Santana como las figuras proceras de

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