Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I
Historia general del pueblo dominicano 125 ideal, lo que acometió en una historia del pensamiento político para desem- bocar en la conveniencia de adopción de una variante de corporativismo. 146 En correspondencia con esta propuesta, fue quien con mayor claridad adoptó el irracionalismo historicista. Era la forma de acercarse a la búsque- da de explicaciones ajenas al examen de los hechos. Pretendía conferir rigor teórico a la afirmación de la energía creadora de Trujillo como génesis de la transformación de la historia dominicana. Lo que contaba para él en la reali- dad histórica era la sangre y las pasiones derivadas de las grandes ideas; y, gracias a su genio inefable, Trujillo había restaurado la esencia de la cultura dominicana. El país, aseveraba, se había conformado como una entidad con- servadora, de valores espirituales tradicionales, cuyo nervio radicaba en el catolicismo ortodoxo, opuesto a la reforma protestante y, luego, al espíritu revolucionario de la modernidad. En ese orden, el mayor mérito de Trujillo radicaba en haber producido un retorno a esos preceptos, contrarios a las teorías liberales. Para justificar todo ello, argumentó que el pueblo dominicano se había conformado como una entidad homogénea en el siglo xvi , a partir de la esen- cia hispánica. Con esto convalidaba una modalidad cultural de racismo, ya que la «estirpe» estaba dada por la interiorización de la hispanidad, en su dimensión cultural-religiosa. Derivó otros tópicos dentro de esta armazón, algunos francamente descabellados, como que el supuesto tratado de paz firmado por el cacique Enriquillo conllevó un estado constante de autodeterminación de los domi- nicanos, no sujetos a dominio foráneo o colonial. En idéntica línea de mixti- ficación, consideró que durante la colonia no había existido propiamente la esclavitud, y llegó al extremo de lamentar que la relación con España, incluida la de 1861, no se prolongara por más tiempo. Desarrolló estos temas en obras históricas que tuvieron repercusión por su calidad literaria y por encajar en las necesidades del poder. La retórica discursiva alcanzaba su máxima efi- cacia en la medida en que hacía uso desenfadado de supuestos irracionales. Por ejemplo, al someter a estudio el origen del «injerto» francés en Isla de la Tortuga , 147 llegó a la conclusión de que su causa sustantiva no se debió a las Devastaciones de Osorio, sino a que, décadas después, ya instalados los buca- neros, prevaleció la estrategia defensiva del gobernador Bernardino Meneses Bracamonte (Conde de Peñalva) y no la del oidor Juan Francisco Montemayor y Cuenca, quien era consciente de que el debate se libraba en torno al islote de la porción noroccidental. Se advierte que las resoluciones de la historia se debían a resultados aleatorios de los choques de personalidades. 148 El dilema de quién se impondría en la isla, como cultura superior, si la dominicana o la
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