Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I
Historiografía dominicana 132 histórico, teñida de un matizado pesimismo, a causa de los efectos que tuvo la emigración de los sectores superiores, la «flor de las familias», entre las postri- merías del siglo xviii y el despuntar del xix . Su súbita salida habría conllevado desarraigar al único sector capaz de ejercer el mando, con efecto catastrófico sobre el porvenir. Coiscou emitió estas teorías antes de que Peña Batlle de- sarrollara la embestida hispanista, lo que muestra que se había conformado un núcleo interpretativo compartido por la intelectualidad conservadora, en cierta medida al margen del régimen. Esa quintaesencia hispanista encontró su mayor expresión historiográfica en Fray Cipriano de Utrera, religioso de la orden franciscana, nacido en España y llegado al país hacia 1911. Desde joven, emprendió estudios históricos, que perfiló cuando comenzó sus visitas al Archivo de Indias. Comenzó sus escritos con un manual elemental de historia, de escasas repercusiones, y con el tiem- po fue publicando artículos que compiló en su primer libro de importancia. 178 Producto de la consulta de ingentes volúmenes de documentos, Utrera abordó la colonia como totalidad. A partir de ahí se enfocó en temas particu- lares, como la historia religiosa y los cultos locales, 179 la enseñanza universi- taria, la genealogía de sectores superiores, biografías de notables o la historia militar. En el país no había precedente comparable en el manejo de las técnicas de la erudición que exhibió Utrera. Esto le fue posible gracias a su formación profesional y al dominio de los temas de investigación. No fue accidental que asumiera el punto de vista del historicismo idealista, en boga en los medios académicos. Su técnica expositiva se resume en el procedimiento de intercalar sus propias afirmaciones con extractos de los documentos que las sustentaban. En principio de manera intencional, refirió bastante poco que no estuviera contenido en los documentos que utilizaba. Con la ayuda de estos, creaba una atmósfera de recreación de las condiciones del objeto de estudio. Logró, como tónica dominante de sus escritos, una elaboración literaria destinada a crear un ambiente de familiaridad inmediata. Sus conclusiones giraban alrededor de conceptos derivados de su tra- dicionalismo. Ante todo, como era de rigor, enalteció el pasado, aunque no lo hacía de manera apologética, pues también recogía sus indicadores ominosos. Era antojadizo y temperamental en sus afectos y diatribas, pero, en cualquier caso, el orden colonial estuvo validado por la ley divina, por lo que exponía a escarnio a todos aquellos que lo cuestionaran. En parti- cular fue severo respecto a los insurgentes indios y negros, reducidos a la condición de forajidos o de sujetos impulsados por motivaciones turbias. Enriquillo, según él, nunca persiguió la libertad para su pueblo, sino que
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