Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I
Historia general del pueblo dominicano 135 Con empatía no disimulada por Heureaux, en función de su inteligencia y de lo complejo de las circunstancias en que se desenvolvió, pese a no ser un conservador, Martínez contravino certezas de los liberales sobre el proceso político de aquella época. En realidad, no traspasó el umbral del eclecticismo, resultado de lo cual paralelamente encomiaba la acción de liberales como Deschamps y Luperón. Esa evaluación matizada sobre las acciones de perso- najes controversiales, que pudieron ser objeto de juicio severo, se definió más en el libro cumbre del género biográfico, acerca de los dos primeros dictado- res de la etapa republicana. 186 Martínez los humaniza al tiempo que explica sus actuaciones por el entorno complejo. Una actitud parecida, aunque con el énfasis de poner de relieve los excesos y entreguismos, fue la utilizada en una biografía más extensa de Heureaux. Es defendible que, con los años que le confirieron madurez, va- rió en porción considerable sus conclusiones. La amargura que le deparó la experiencia opresiva del trujillato debió ir matizando sus perspectivas. No pudo ser accidental que la segunda biografía de Heureaux, de tono crítico, la dejara pendiente de publicación, a fin de colocarla en un tomo conjunta- mente con la de Trujillo. Esta fue su última gran biografía, y transmite el dramatismo con que padeció la criminalidad de los treinta y un años, como sujeto honesto y de vocación democrática. El rigor del despotismo le impi- dió continuar con evaluaciones «objetivas» y simpatizantes de los logros del autoritarismo para el progreso. Esa postrera biografía extensa la escribió en secreto nocturno, por medio de apuntes diarios de tono exacerbado. El libro debía estar casi listo en el momento en que Trujillo fue eliminado, pues lo publicó pocos años después. 187 Mas la obra cumbre de Martínez fue el producto del trabajo de toda la vida, un diccionario de figuras sobresalientes entre 1821 y 1930. Es sintomá- tico que no le interesara la colonia y que decidiera omitir la época de Trujillo, de seguro para no tener que enjuiciar a conocidos que le merecían repudio. 188 Sócrates Nolasco se movió más bien dentro de una dimensión estética, también propia del historicismo recuperado: visualizó la historia como el escenario de exteriorización de las pasiones elementales que atan al indivi- duo con el paisaje y su constitución biológica. El lenguaje de su discurso es literario, por lo que representa los hechos como dramas. Tal propuesta se plasmó en una simbiosis entre historia y literatura. 189 El sesgo artístico de las estampas se complementó con la narrativa de cuentos de base histórica. En algunos de los textos los géneros se rozan. Nolasco manejó como nadie la «imaginación creadora» del historicismo, aunque sin hacer referencia a esta escuela. Es probable que, más que movido por una adscripción académica, se
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