Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I
Historiografía dominicana 136 dejara ir por sus inclinaciones a recrear estados de ánimos y situaciones por medio del decorado, atenido con rigor a un lenguaje preciosista, dosificado y controlado a cabalidad. El grueso de la obra de Nolasco transcurre entre la Separación y el régimen de los Seis Años, esto es, entre los años cuarenta y los setenta del siglo xix . El es- cenario primordial es el remoto suroeste, región donde nació y con cuya gente y tierra se había compenetrado. Manejó los personajes con una cercanía tal que solo podía ser producto del conocimiento íntimo, pero no menos de la destreza litera- ria. Encontró por ahí a su héroe José María Cabral, por la simbiosis de su talante flemático con la aridez de la tierra, partícipe en todas las campañas patrióticas en esas largas décadas, a quien la devoción le hizo dedicar su única biografía. 190 No por casualidad, el momento estratégico en que discurre su narrativa son los años de pelea mortífera entre «rojos» y «azules», entre 1867 y 1873, que registró su epicentro en el suroeste. Por encima de sesgos literarios, aunque a su manera, Nolasco contribuyó a un mejor conocimiento de esos eventos. No parece que estableciera parámetros sociales de la contraposición, a no ser la dureza criminal de los rojos, sustentados en sujetos implacables, que hacían juego con factores del medio ambiente. Otros investigadores En razón del avance material acelerado durante la segunda mitad del periodo y de la acumulación de factores culturales provenientes de tiempos previos, la época de Trujillo conoció un florecimiento único de los estudios históricos. Fueron muchos los que se dedicaron al menester y trascendieron incluso una obra rutinaria. Un autor de cierta relevancia, poco vinculado al régimen y en el fondo su opositor, fue Gustavo Adolfo Mejía Ricart. Con la fundación del Instituto de Investigaciones Históricas intentó competir con la Academia Dominicana de la Historia, a la que no perteneció, acaso por rivalidades con algunos de sus integrantes. El Instituto auspició seminarios, pero no dejó nada más allá de la obra de su mentor. Este se concentró en la redacción de una monumental Historia de Santo Domingo , de la que pudo publicar los primeros ocho tomos de una veintena. El resultado de esta obra no se corresponde con sus pretensio- nes. No contiene tesis fuertes, sino descripciones pormenorizadas de hechos, mediante la inserción de un considerable volumen de documentos. Pero ni siquiera en este aporte documental hay una contribución perceptible, pues en su generalidad no provienen directamente de archivos sino de ediciones ya existentes.
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