Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I
Historiografía dominicana 150 Juan Bosch Este pensador y político de izquierda adoptó el marxismo en su juven- tud, aunque de manera superficial. En los primeros años de exilio, desde la década de 1930, se sumó a las gestiones iniciadas por Jimenes Grullón para fundar el Partido Revolucionario Dominicano. Este partido se debía aseme- jar al equivalente cubano, aunque algunos de sus adalides, como «los dos Juanes», estuvieran a su izquierda. Con el tiempo, Bosch se alejó del mar- xismo, se reacomodó como un reformista y ratificó la atención prioritaria al género del cuento. Había sido iniciador, desde finales de la década de 1920, de la «literatura social», con la que convocó a un paradigma opuesto al elitismo de los escritores. Su vasta narrativa tuvo por universo a la masa campesina, ignorada por los citadinos. Cuando emprendió la elaboración historiográfica, amén del pueblo pobre como objeto, le quedó como presupuesto un sesgo artístico de la aprehensión de los matices significativos de la realidad. En 1959, preparándose para la caída de Trujillo, abandonó la literatura de ficción e incursionó en la síntesis histórica con un libro dedicado a explicar la prolongada dictadura. 220 Ya había comenzado a acercarse a la historia, aunque de manera poco sistemática, tal como hizo con el bello libro relativo a Cuba, escrito tras su salida de ese país. 221 En un inicio, Bosch no hizo historia narrati- va, sino que se circunscribió a un procedimiento interpretativo, dominado por un perfil literario y psicológico. La realidad quedaba recortada a partir de las manifestaciones psicológicas de los sujetos y, desde ahí, de las ideologías que encarnaban. Con naturales modificaciones, conservaría este enfoque en toda su obra. En su convicción intelectual, la mentalidad, la cultura y la ideología determinan el movimiento de la historia, con lo que llegaba a un corolario idealista, a pesar de su intención crítica del sistema. Como nota dominante de este primer libro acerca de la historia dominica- na, se propuso sistematizar los que consideraba rasgos definidores, de alcances permanentes, del proceso global. Se trataba de una empresa conceptual, que bordeaba la dimensión ontológica, a la usanza de los conservadores tradicio- nalistas, pero con conclusiones opuestas y situadas en terrenos alternativos. Localizó una primera constante en la «arritmia histórica»: el proceso domini- cano era diferente a los demás por marchar con retraso respecto a los ritmos universales, fundamento de sus contornos trágicos. En el plano humano activo visualizó una pugna permanente entre capas sociales, definidas fundamental- mente por factores culturales. Se trataba de los de «primera» y los de «segun- da», según había sido común en las ciudades a inicios del siglo xx , situación que conoció por observación propia. Entre ambos grupos se entabló una lucha
RkJQdWJsaXNoZXIy MzI0Njc3