Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I
Introducción geográfica 184 los habitantes del sitio de Cotuí y otros casi despoblados que ocupaban una posición intermedia entre «ciudades» a los largo de los caminos de herradura. Estos sitios, como Las Matas de Farfán, Esperanza, Guayubín, eran postas que luego se convirtieron en cantones y, más tarde, en secciones y comunes. Otros eran «sitios» a donde los hateros iban a pernoctar mientras cuidaban o arreaban sus ganados, o a donde los agricultores se quedaban en tiempos de siembra o de cosecha. Esa población sufrió una merma considerable durante los veinte años que siguieron a la Revolución haitiana (1791-1811), y por ello el censo de 1812 ape- nas registró unos 63,000 habitantes en la colonia española de Santo Domingo, gran parte de ellos concentrados en unos pocos pueblos, aunque muchos, tam- bién, asentados en los campos cercanos a esos centros poblados. El censo de San Francisco de Macorís de ese año muestra que la mayor parte de la población se encontraba dispersa en fundos y fincas particulares y todavía no se había agrupado en torno a la ermita de Santa Ana formando un pueblo. De esos años datan varios poblados nuevos en zonas montañosas: Jarabacoa, Jánico y San José de las Matas, creados por familias que huyeron de las poblaciones de La Vega, Moca y Santiago, y zonas aledañas, para evitar ser masacradas por las tropas haitianas que invadieron la parte oriental de la isla en 1805 bajo el mando de Henri Christophe y Jean Jacques Dessalines. En los libros notariales de La Vega, Santiago, Higüey, Puerto Plata y Santo Domingo de principios del siglo xix han quedado registradas numerosas ope- raciones de compra-venta, arrendamiento y herencias de tierras circundantes, aunque cada vez más alejadas de esos pueblos, lo que indica que el horizonte agrícola se iba expandiendo paulatinamente y con ello iba cambiando gra- dualmente la ecología de aquellas regiones debido a la utilización del fuego para clarear los bosques y establecer conucos y hatos. El uso del fuego para eliminar bosques y selvas, y crear espacios suscep- tibles de ser explotados económicamente, fue una técnica ampliamente utili- zada en ambos lados de la isla y podría decirse que fue el agente más efectivo en la transformación del paisaje insular. Sin embargo, siendo la población tan pequeña (73,000 habitantes en 1824) la selva recuperaba su lugar terreno si se lo dejaba sin cultivar por algún tiempo. Para entonces los habitantes de ambas partes de la isla habían aprendi- do a aprovechar las temporadas de sequía o baja precipitación del invierno antillano, esto es, de los meses comprendidos entre noviembre y abril. Así, durante más de doscientos años (particularmente, durante los siglos xix y xx ) el fuego fue utilizado intensamente para convertir las tierras llanas en zonas de cultivo y crianza.
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