Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I
Introducción geográfica 186 A finales del siglo xix , cuando se iniciaron los grandes desmontes en el Cibao Central y Oriental para dar paso a la creación de inmensos cacaotales y cafetales, el bosque primitivo fue sustituido por los nuevos bosques de cacao y café que crecían al amparo de árboles de amapola especialmente sembrados para dar sombra a las nuevas plantas. En las zonas de café y ca- cao, la deforestación no llevó necesariamente a la erosión catastrófica, como ocurrió en Haití y como ocurriría más tarde en muchos de la República Dominicana. Históricamente, pues, la dinámica del cambio ecológico dominicano difiere de la haitiana en el siglo xix en las siguientes características: a) menos población, aunque las tasas de crecimiento demográfico son más rápidas; b) más tierra disponible por habitante, al tiempo que la calidad de los suelos es mucho más alta pues en general la mayoría de los suelos que entran en explotación son vírgenes; c) más tierras llanas para cultivos, lo cual retrasa la intervención humana en las laderas y montañas; d) tardía explotación de los bosques de pino; y, e) ausencia de una industria azuca- rera en gran escala, lo cual hizo que la explotación del bosque para el uso de leña fuera más tardía. Con todo, poco a poco, a medida que la población dominicana fue cre- ciendo y que se ampliaron sus necesidades económicas, la demanda de ma- dera para leña y carbón, así como la necesidad de espacio para plantaciones comerciales y para la producción de alimentos, fueron afectando los bosques. En la segunda mitad del siglo xix , por ejemplo, los dominicanos residentes en las zonas llanas de Azua, Baní y San Cristóbal desarrollaron una vigorosa industria de aguardiente y raspaduras y llegaron a mantener funcionando unos 240 trapiches azucareros que consumían grandes cantidades de leña de los bosques circundantes. A partir de 1875, con la entrada de los primeros ingenios semi-meca- nizados que funcionaban con máquinas de vapor, la demanda de leña fue aún mayor. Bajo el empuje de los grandes ingenios modernos, los bosques de las grandes llanuras del este de la isla empezaron a desaparecer. Una parte desapareció para dar paso a las plantaciones de caña, mientras otra fue con- sumida en las calderas de los centrales azucareros y de las locomotoras que movían sus trenes. La industria azucarera que se desarrolló a partir de 1875 y que se expan- dió desmesuradamente a principios del siglo xx , hizo desaparecer los bosques de las mayores llanuras del país. El paisaje llano y sin árboles de San Pedro de Macorís, La Romana y El Seibo se repitió más tarde en Barahona, Azua y Puerto Plata.
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