Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I
Las sociedades arcaicas de la isla de Santo Domingo 194 hasta hace poco o aún, superviven formas similares a las que la arqueología y la crónica han detectado de una y otra manera. Los aborígenes de las Antillas –y los de la isla de Santo Domingo– fueron descritos inicialmente por los primeros europeos que pusieron pie en ellas. Así las fuentes escritas más tempranas son el Diario del Almirante y descubridor de América, Cristóbal Colón, 1 los diversos tratados y obras de Fray Bartolomé de las Casas, 2 que alcanzó desde muy temprano su experiencia antillana; las cartas de Pedro Mártir de Anglería, 3 consejero de los Reyes Católicos, que, aunque nunca visitó América, sí recibió directamente en la Corte, de boca de navegantes y descubridores, noticias de primera mano que difundió a través de sus famosas cartas, luego recogidas con el título de Décadas de Orbe Novo . En la obra inmensa de Gonzalo Fernández de Oviedo, 4 quien terminó radicado en la isla de Santo Domingo, existen pormenores de ese momento de contacto, y de las sociedades indígenas no solo de las Antillas, sino de la llamada Tierra Firme, donde Oviedo obtuvo experiencias importantísimas. Así pues, en la medida que la conquista se produjo, el cúmulo de docu- mentaciones fue cada vez mayor. La colonización de las regiones del Orinoco, el contacto con las sociedades indígenas de Tierra Firme, permitió conocer una cada vez mayor cantidad de grupos humanos. En el caso de las tierras venezolanas, autores como los padres Gumilla y Gillij 5 escribieron sobre la or- ganización, mitos, costumbres y expresiones culturales de numerosas tribus, lo que se repetía en muchas zonas de América del Sur con viajeros de todo tipo y nacionalidad. Todas estas fuentes permitieron a los etnólogos comparar sociedades aborígenes actuales. Especialmente en las zonas como los ríos Orinoco y Amazonas, y en muchos lugares de Colombia, Brasil, Venezuela y Perú, así como en el Ecuador, culturas indígenas directamente ligadas a la vida selváti- ca, o a los sistemas descritos por los cronistas, siguieron vigentes gracias a su limitado contacto con el europeo. Los antropólogos-etnólogos iniciaron desde las primeras décadas del siglo xx estudios sistemáticos que permitieron com- pararlas con las descritas por las crónicas, y con los hallazgos de numerosos arqueólogos en el área. Fue así posible estudiar formas como el cacicazgo con mayor precisión, como aconteció con el caso de los indios guajiros de Venezuela. Se trazaron importantes formas sociales en lo relativo a los grupos agricultores, eviden- ciándose que, por ejemplo, los cultivadores de yuca y raíces se organizaron en dos sistemas de producción: uno basado en el cultivo de roza, con nomadismo o semi-nomadismo, y otro basado en el cultivo de terrazas, montículos y zonas de piedemonte, en donde casi desaparecía ese nomadismo, y se evidenciaba
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