Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I

Los taínos y otras culturas neolíticas 236 L a consolidación de los cacicazgos La cultura taína tuvo su más alto índice de desarrollo en las islas de Santo Domingo y Puerto Rico, lo mismo que en la parte oriental de Cuba. Los tra- bajos en madera, alfarería, hueso y concha fueron elementos claves de un arte único en el área del Caribe. El surgimiento del sistema cacical desarrolló un tipo de sociedad de características casi teocráticas, en las que hubo estamentos de servicio como los llamados naborías o servidores de los caciques. La vida cotidiana estaba organizada productivamente, y la explotación racional de las zonas ecológicas está demostrada en muchos de los cronistas y en estudios ar- queológicos. El dominio de las corrientes marinas fue obvio, y la navegación interisleña fue la mayor que se recuerde en la prehistoria del área. Canoas antillanas con más de cien indios fueron avistadas por Colón cerca de la costa de Honduras, pero también Juan de Esquivel encontró en Yucatán una india que había nacido en Jamaica. La división en grandes zonas de poder, llama- das cacicazgos, fue un elemento distintivo. Estos cacicazgos, aún en discusión en cuanto a sus fronteras y contenidos tribales, se constituían en verdaderas federaciones temporales de cara a un enemigo común. Los taínos, cuya lengua entronca con el lokono, el llamado «arawak le- gítimo» de la Guayana, no parecen haber sido solo el fruto de una evolución local. Muchos datos revelan que estas sociedades navegantes mantuvieron posibles contactos con las costas del norte de Centroamérica y Colombia, de donde, posiblemente, provinieron experiencias en lo relativo a tecnología y hasta formas de creencia que no estaban vigentes en el arawaco del sureste de Venezuela. Hachas monolíticas del modelo tairona, amuletos similares a los de la vertiente norte de Costa Rica, imágenes de murciélagos que en- troncan perfectamente con colgantes pectorales de la región andina vene- zolana, y ocarinas y objetos de arte de influencia sudamericana, parecen confirmar que el contacto con tierra firme fue constante, puesto que ya en sitios pre-taínos, como La Hueca y Sorcé, en la isla de Vieques, vecina a la de Puerto Rico, elementos típicamente rituales de Sudamérica, como colgantes en forma de cóndores con cabezas humanas entre las garras, hablan de un temprano contacto que se acrecentó con los taínos a partir, posiblemente, de los siglos xiii o xiv de nuestra era. Los estudios de contacto y de influencias intercontinentales e interisleñas faltan, pero son parte de una búsqueda que continúa y que es común a mu- chos investigadores del área del Caribe.

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