Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I

La conquista y la implantación de los españoles 250 La Corona no escarmentó con el desastre de 1494. En 1514 se cometieron los mismos errores, pero a una escala todavía mayor, cuando Fernando el Católico envió a poblar el Darién una poderosa armada al mando de Pedrarias Dávila: otra expedición condenada al fracaso, en la que se volvieron a repetir las mismas escenas de hambre, desolación y muerte que habían tenido lugar en la Española. El desastre de la Navidad. Inicios de la colonización y fundación de la Isabela Apesar de las prisas y los errores señalados, no faltaron ni tino ni energía en la organización de la segunda expedición al NuevoMundo. Doce de las diecisiete naves que componían el convoy, capitaneadas por Antonio de Torres, debían regresar a la Península tan pronto como Colón encontrara un lugar adecuado para hacer el asentamiento. Llegado Torres a Sevilla, correspondía de nuevo a don Juan Rodríguez de Fonseca encargarse de despachar a las Indias las cosas que el Almirante sugiriera, y así sucesivamente. No parecía un mal sistema. La armada salió de Cádiz el 25 de septiembre 31 y llegó a la Española el 25 de noviembre de 1493, después de dos meses de viaje por las islas caribeñas y de una primera toma de contacto con los belicosos caribes en la Guadalupe, que se saldó con la muerte de varios expedicionarios. Mal comienzo. Todos ardían en deseos de llegar al fuerte de la Navidad, asentarse en tierra y co- menzar una nueva vida en el paraíso que les había anunciado la fecunda labia colombina. 32 La decepción hubo de ser inmensa al descubrir el 28 de noviem- bre, 33 tras recorrer la costa desde Samaná hasta el ya cercano Monte Cristi, que el fuerte había sido destruido y quemado y muertos los españoles. ¿Qué había pasado? ¿Cómo era posible que unos pobres indios, desarmados, hubiesen aniquilado en tan corto espacio de tiempo a los 39 hombres que el Almirante había dejado en la isla provistos de munición para un año? ¿Qué culpa tenía en la masacre Guacanagarix, el cacique en el que Colón tanto confiaba? Eran preguntas de difícil respuesta. Otro caudillo (un Vasco de Gama, por ejemplo) hubiera tomado crueles represalias en la población taína por lo ocurrido a su gente. Más sabiamente, Colón decidió disimular y conservar la paz, aceptando las explicaciones que le dieron el reyezuelo y los indígenas a través de Diego, 34 que debía ya de entenderse en castellano. Así prevaleció como versión oficial que los cristianos habían cavado su propia tumba, 35 pues no solo no habían obedecido las órdenes recibidas, sino que habían enfurecido a los indios al tomarles sus mujeres. Guacanagarix no había podido defenderlos del ataque de Caonabo, el cacique del interior, con el que él mismo estaba enemistado.

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