Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I

La conquista y la implantación de los españoles 254 más dulzura o –al revés- con más crueldad de la debida. Desgraciadamente, también él cayó enfermo de gravedad, interrumpiendo su Diario desde el 11 de diciembre hasta el 12 de marzo. 53 Verdaderamente, una colonia a la deriva. Otro terrible fantasma hizo muy pronto su aparición: el hambre. No to- dos los mantenimientos llegaron incólumes a su destino: en efecto, «se perdió lo más del vino por engaño de los toneleros de Sevilla». 54 En cuanto a las cañas de azúcar –el que habría de ser el principal cultivo de la Española en el siglo xvi–, «todas las que se pusieron en botas se escalfaron y están perdidas». 55 Había que plantar las demás simientes, aunque fue cosa maravillosa de ver cómo arraigaron: «Nacieron las simientes todas al tercero día. 56 Rábanos y pe- rejil y semejantes yerbas ya nos aprovechamos… Trigo y cebada ya de un pie en alto, naranjos y sarmientos y cañas dulces están ya crecidas». 57 Pero estas fantásticas noticias, dadas en 1494, se compaginan mal con lo que nos dice en 1495 el memorial enviado con Torres a los Reyes, en el que se nos informa de que, por desgracia, los «poquitos» labradores que había enfermaron en su mayor parte nada más pisar suelo de la Española; y «aunque estuvieran sanos, tenían tan pocas bestias y tan magras y flacas, que poco es lo que pudieron fazer». 58 A pesar de haber hecho esta afirmación, el Almirante, en ese mismo escrito, no se avergonzó de volver a contradecirse y aseguró que las simientes que habían plantado «nacen muy bien», aunque «hace de esperar el fruto». La realidad era muy otra. Hasta el optimista virrey tuvo que reconocerlo así en abril de 1494: «Los mantenimientos acá se nos hacen pocos... Socorrémonos al pan de los indios, y nuestra gente lo hace tan bien como ellos», informó a los Reyes en abril de 1494. 59 La situación no mejoró con el socorro que trajeron las tres carabelas en agosto. En octubre de 1494 había en la Isabela por todo apro- visionamiento 100 cahíces de trigo y doce toneles de vino; ahora bien, el propio Colón echó cuentas y calculó que, para poder subsistir, se precisaban 45 cahíces al mes, a nueve celemines de trigo por persona. 60 No cuadraban las cifras. Claro es que, como escribió asombrado D. Cristóbal, había vides sin labrar que en el 15 de marzo de 1494 ya estaban echando racimos y «granos gordos», 61 mas tal granazón no fue sino una vana ilusión de los sentidos, al haber confundido viñas con lo que hoy los dominicanos llaman «uvas de playa». El ganado se dio mejor en la nueva tierra: «puercos ya tenemos más de ciento; cabras y ovejas ya tenemos de ellas hartas para simiente», escribió el Almirante en 1494. 62 «Es de maravilla cómo multiplican y se hacen grandes las gallinas: cada dos meses sacan pollos, y en diez o doce días son comede- ros. Los puercos, de trece hembras que truxe, ya hay tantos que andan bravos por las montañas», 63 repitió en 1495. Muy pronto estos cerdos asilvestrados se multiplicaron, de suerte que en el suelo de la Isabela, ya deshabitada, se

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