Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I
Historia general del pueblo dominicano 255 llegaron a hacer monterías de jabalíes; pero ello ocurrió diez años después, a principios del siglo xvi . En cuanto a los caballos, las lanzas jinetas les dieron el cambiazo en Sevilla, mostrando unos y embarcando otros, «tales que el mejor de ellos no parece que vale dos mil maravedís»; 64 pero su utilidad era inmensa, dado el miedo cerval que inspiraban a los nativos: «es acá más un caballo que una fortaleza», aseguró Colón a los Reyes. 65 En el siglo xvi la Española exportó cueros; pero en los primeros años no pudo alimentar a toda la muchedumbre que desembarcó en su suelo tras un largo y penoso viaje. A estas penalidades se unió un desastre más. En la primavera de 1494, cuando la ciudad apenas contaba con unos meses de vida, un fuego la destru- yó en sus dos terceras partes. 66 El terrible incendio se propagó fácilmente al estar las casas hechas de madera y cubiertas de paja, a la manera de los bohíos de los indígenas. Un año más tarde, en julio de 1495 un tremendo huracán acabó con casi todas las viviendas que quedaban en pie y «quebró las amarras a estas naos [la Marigalante y la Gallega, llevadas en el segundo viaje] y las echó a fondo». 67 La situación se fue haciendo cada vez más insostenible. El gobierno interino del Consejo (24 de abril-29 de septiembre de 1494) A Colón le gustaba más el mar que la guerra. Así, terminada en breve la exploración del Cibao en marzo de 1494, le pareció que era tiempo de reanudar sus viajes y «descubrir la tierra firme y correr todas estas mares e islas», 68 ya que estaba «todo muy pacífico y la gente toda con mucho amor y de gana de me hace placer». No dejaba ser esta una valoración muy optimista de las circunstancias, máxime cuando ya estaba preso por insubordinación un hombre –y, para colmo, uno de los pocos oficiales nombrados por los Reyes, Bernal Díaz de Pisa–. Pero nada detenía al Almirante cuando se le metía una idea en la cabeza. Decidido a partir, para el gobierno de la Isabela dejó un consejo, presidido por su hermano D. Diego y fray Boil, del que formaban parte otros tres personajes importantes: Pero Fernández Coronel, el alguacil mayor, Juan de Luján, y el bachiller Gallego. Antes de zarpar, el Almirante dio a este Consejo poderes e instrucciones por escrito, poderes e instrucciones hoy perdidos, y se hizo a la vela con tres carabelas el 24 de abril de 1494 a fin de reconocer la costa del supuesto continente asiático (la isla de Cuba). 69 No volvió de su viaje hasta el 29 de septiembre de 1494, 70 y encima aquejado de «una dolencia que me quitó todo el seso y entendimiento», 71 sin que se sepa a ciencia cierta cuándo se recuperó por completo de este achaque destructor de sus sentidos: «llegado a la Isabela, estuvo cinco meses muy malo», dice Las Casas. 72
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