Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I

Historia general del pueblo dominicano 261 ordenar que, olvidando al florentino y a los Colón, se aprovechasen los barcos que de nuevo había traído Torres de las Indias en junio de 1495 para intentar solucionar las dificultades de abastecimiento de la isla. Por desdicha, Berardi murió en diciembre de 1495, probablemente de la peste. Rara vez las desgracias vienen solas. Su primer despacho –póstumo- de cinco naves, que zarpó por fin de Sevilla en enero de 1496, acabó también de manera desastrada: un tempo- ral arrojó la armadilla contra la costa del Estrecho de Gibraltar. Poco se pudo salvar del naufragio, que dejó en la ruina a la viuda del florentino. En cuanto a Vespucio, no se sabe si fue o no en esa flota; lo cierto es que se quedó sin trabajo y sin dinero. El negocio y la compañía comercial habían quebrado definitivamente. Pese a todos los esfuerzos que hicieron tanto el Almirante como los fac- tores de la Corona por enviar vituallas a la Española desde Sevilla, el hambre de los colonos no se vio saciada jamás. La situación se agravó en la hambruna general de 1495. Un destacamento enviado a reconocer la otra parte de la isla estuvo dieciséis días sin comer «salvo frutas y yerbas… En la Isabela no había de nuestros mantenimientos salvo para los enfermos y otra poca de gente». 101 Y así, los colonos acabaron falleciendo no de ciciones, sino de inanición. En un principio la falta de alimento se suplió con la carne de los animales del Nuevo Mundo: así desaparecieron los «gozques» que no ladraban, las hutías, los que- mis , los mohuy , los coris ; después les tocó el turno de ser comidos a los perros traídos de España. Cuando las provisiones llevadas de España comenzaron a escasear, Colón alabó mucho la calidad de los víveres indígenas: los ajes y la yuca, «las raíces de que hacen el pan»; el maíz, «mantenimiento preciosí- simo», y el maní, «fruta que debajo de la tierra nace»; 102 pero los cristianos estaban acostumbrados a otro tipo de manjares. «Y, de esta manera, se caían los hombres muertos de hambre en aquella ciudad [según atestiguó Rodrigo Manzorro en 1500, «en la Isabela murieron más de cincuenta hombres de ham- bre»]; 103 y en la fortaleza que es dicha de Santo Tomás… se le murió la mitad de la gente. El hedor era muy grande y pestífero; las dolencias que acudieron sobre los cristianos fueron muchas, allende del hambre». 104 Es imposible casar esta situación macabra con la idílica situación que describió Colón el 15 de octubre de 1495, acusando como siempre de las malas noticias a los españoles: «No reciben la mala vida de los mantenimientos ni de la templanza de la tierra, porque ya es pasada la fortuna, y vivimos largamente». 105 No. Lo único que querían los colonos era volver. Cuenta Las Casas que «no se juraba otro juramento sino: ‘Así Dios me lleve a Castilla». 106 No es de extrañar, en consecuencia, que la Isabela, proyectada por Colón como la ciudad ideal, situada en el mejor de los lugares posibles, tuviese una duración efímera. Según todos los cronistas, ya se había despoblado en 1500.

RkJQdWJsaXNoZXIy MzI0Njc3