Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I

La conquista y la implantación de los españoles 266 causarles el terco empeño de esos dioses en capturarlos, pues evidentemente el hecho de que ellos pudieran servir como lenguas –o convertirse en esclavos– era una posibilidad que se les escapaba. 134 Ante esta inesperada situación, los diferentes caciques de la isla dudaron sobre la postura a adoptar. Mientras algunos querían la guerra, la mayoría –al menos al principio– prefirió la paz, tratando de sacar algún partido de los recién llegados. Y así vemos cómo Guacanagarix, a cambio de abastecer de alimentos a los españoles, intentó servirse de ellos para que lo ayudaran a atacar a los caribes, sus enemigos. Hasta el 17 de enero de 1493 no tuvo lugar «la primera pelea que hubo en todas las Indias». El escenario fue una playa de la Española, enfrente del Cabo del Enamorado. Una cincuentena de indios, tiznadas sus caras y con el pelo recogido, asaltó la barca que por mandado del Almirante había acudido a comprarles sus armas. En la barquichuela iban siete hombres. Según Las Casas, los indios, temerosos de que los cristianos arremetieran contra ellos, optaron por atacarlos intentando amarrarlos con cuerdas. Al menos dos in- dios murieron, ningún cristiano. La reacción de Colón, cuando supo lo ocu- rrido, fue doble, ya que «por una parte le pesaba y por otra le placía, por que tuviesen miedo a los cristianos». 135 El desastre de la Navidad supuso para los indígenas el descubrimiento de que los españoles no eran dioses y para los españoles el enfrentamiento con la dura realidad. Había que contener a los indígenas, que podían ser peligrosos. A este efecto el Almirante solicitó, en febrero de 1494, que se le enviasen 200 corazas, 100 ballestas y mucho almacén, «que es la cosa que más menester abemos», petición a la que los Reyes accedieron al punto. 136 Las primeras entradas (1494-1495) Para internarse en la isla desde la Isabela había que salvar un puerto dificultoso para el paso de caballos. Se tuvo, pues, que «aderezar» el cami- no durante un cuarto de legua. 137 El puerto se llamó de los Hidalgos, porque en el allanamiento del terreno trabajaron, renegando sin duda de su suerte, personajes de cierta alcurnia. 138 Asimismo se cercó la Isabela de una empa- lizada y un foso, en prevención de posibles ataques. Terminadas las obras y pasado el rigor del invierno, el 12 de marzo de 1494 Colón se adentró con unos 400 139 hombres en la anchurosa llanura que llamó la Vega Real, poblada de «gente sin cuento». 140 Cruzado en canoas y balsas el río Yaque, «mayor que Ebro», y después el río del Oro (el Mao, según Las Casas) 141 y el Verde, fran- queó otro puerto, que también hizo «andable», y el 16 de marzo prosiguió su camino durante cinco leguas por el Cibao, ‘El Pedregal’, una provincia «mayor

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