Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I

Historia general del pueblo dominicano 273 de la Península. En cuanto a las faenas que podrían realizar, don Cristóbal pensaba que las mujeres eran muy trabajadoras, aunque las cacicas, «más regaladas… que hijas de duques», no serían buenas para servir, pero sí, en cambio, para realizar labores artesanales y en especial para tejer el algodón; en cambio, los hombres estaban adornados de tantas habilidades que, incluso, se los podía dedicar a las letras. Y, por último, concluyó con una sabia adver- tencia: no convenía darles mucho de comer, pues en su isla comían muy poco; y si se hartasen, concluye Colón, se enfermarían. 182 Los Reyes siguieron sumidos en un mar de dudas, como demuestra el hecho de que en 1498 Colón continuara defendiendo la trata en sus cartas a los monarcas. Acababa de regresar a las Indias de su tercer viaje, y al pasar por las islas de Cabo Verde había vuelto a recordar los pingües beneficios que obtenían los portugueses del tráfico negrero. «Me dicen que se podrán vender cuatro mil, que a poco valer, valdrán veinte cuentos». Para abaratar costes, propuso el virrey que a los maestres y marineros de los cinco navíos con los que acababa de llegar a Santo Domingo se les permitiese regresar con esclavos, pagando a 1,500 mrs. la pieza. Así, los marineros se harían ricos y la Corona se ahorraría pagarles los salarios y el mantenimiento. Aunque algu- nos podrían morir en el camino –ya le habían llegado nuevas de la mortandad de 1495–, pronto se encontraría la fórmula para organizar el transporte con mayor eficacia: lo mismo pasaba en un principio con los negros y los cana- rios. 183 Las Casas, que copió esta carta de Colón a los Reyes en su Historia , no dudó en glosarla en otro lugar de la siguiente manera: «Tenía determinado de cargar los navíos que viniesen de Castilla de esclavos y enviarlos a vender a las islas de Canaria y de los Azores y a las de Cabo Verde y a dondequiera que bien se vendiesen y sobre esta mercadería fundaba principalmente los aprovechamientos para suplir los dichos gastos y excusar a los Reyes de costa, como en principal granjería». 184 Con la venta de los esclavos, escribió Colón, no solo los monarcas cubrirían los gastos de las Indias, sino que él mismo podría hacer frente al pago de los salarios de la gente que había acudido a sueldo. Por ello, antes de pensar en pagar las nóminas, ya en febrero de 1494 solicitó a los Reyes que los oficiales en Sevilla se concertasen con mercaderes para que enviasen mantenimientos de todo tipo, apuntando que se les pagarían las mercancías recibidas con «esclavos caníbales», que a su juicio eran «mejores que otros ningunos esclavos». A fin de evitar pérdida de mercancía, propuso el Almirante que en cada carabela fuese una persona fiable que vigilase la carga, que debería ser embarcada y desembarcada en la Isabela, aunque los Reyes cobrarían sus derechos en la Península. 185 A ello contestaron los Reyes, dubitativos, que el asunto quedara en suspenso por el momento.

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