Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I
La conquista y la implantación de los españoles 274 Se desconoce en qué momento se decidieron por fin los monarcas a pro- hibir el tráfico esclavista con los indígenas americanos por considerarlos ya como sus vasallos. Quizá la espoleta que los impulsó a actuar fue la decisión del Almirante, justo en los días en los que escribía la carta antes menciona- da, de entregar a cada uno de los 300 colonos de la Española un indio como esclavo. D. Cristóbal se había excedido en sus atribuciones y la reina, al decir de Las Casas, se indignó profundamente: «¿Qué poder tiene mío el Almirante para dar a nadie mis vasallos?», se dice que exclamó airada cuando supo la noticia. 186 Pero el enfado regio no hizo mella en el Almirante, que no se apeó jamás de su convicción de que «los indios eran allí [en las Indias] el oro y la riqueza»: así escribió náufrago y amargado en Jamaica el 7 de julio de 1503. 187 Con el nombramiento de Bobadilla se dictaron una serie de cédulas ten- dentes a reorganizar el tráfico esclavista. Fue entonces cuando los Reyes man- daron pregonar que todos los indios que había enviado el Almirante a Castilla fueran devueltos en los primeros navíos que tornasen al Nuevo Mundo. 188 Los oficiales reales actuaron con prontitud. Ya en abril se entregaron a Bobadilla los primeros 25 esclavos que habría de llevar consigo cinco meses más tarde. 189 Y nos cuenta fray Bartolomé que su padre hubo de devolver uno, traído años atrás, al contino de los Reyes, Pedro de Torres, que fue el encargado del em- bargo y entrega de los indios a Bobadilla. 190 Poco después, para descargo de las conciencias de los españoles, los juristas establecieron una tan sutil como etérea distinción entre indios de paz («guatiaos») e indios de guerra, afirmando que era lícito hacer esclavos a estos últimos: un cheque en blanco para hombres que tuvieran pocos escrúpulos o que quisieran hacer la vista gorda. Queda por tocar un último punto: el posible impacto que tuvieron las en- fermedades epidémicas europeas sobre la población indígena de la Española. Consta su efecto deletéreo desde el principio: tres de los indios que llevó Colón a la Península Ibérica «murieron de viruelas a la partida de Cáliz» a finales de 1493. 191 Es probable que, en la gran mortandad de 1495, alguna parte tuviera el contagio europeo, pero nada se puede asegurar con certeza. Sobre base tan frágil es difícil montar una teoría fiable. 192
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