Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I

Historia general del pueblo dominicano 275 II. B artolomé C olón , gobernador interino (1496-1498) Cristóbal Colón en Castilla Al emprender su viaje a la Península, sin duda pensaba el Almirante que la colonia quedaba en buenas manos bajo el mando de su hermano Bartolomé, como gobernador y capitán general y, como sustituto, de su otro hermano Diego, que había regresado inmediatamente de Castilla en 1495, en las naves de Juan Aguado. 193 A su lado quedaban hombres de su total confianza, como los alcaldes Miguel Díaz y Francisco Roldán, nombrado alcalde mayor de la Isabela y de toda la isla, el escribano Diego de Alvarado y su criado Rodrigo Pérez. Antes de partir encargó a Bartolomé la fundación de una nueva ciu- dad en el sur de la isla, mandándole que enviase para reconocer el terreno a Francisco de Garay y a Miguel Díaz. El genovés preparó su estrategia con cuidado antes de presentarse ante los Reyes. Como primera medida, adoptó una especie de hábito de terciario franciscano: «unas raposas de color de hábitos de fraile de Sant Francisco de observancia, y en la hechura poco menos que hábito, y un cordón de San Francisco por devoción», 194 una sutil manera de congraciarse con la Orden que, como ya barruntaba, habría de ser su más acérrima enemiga. Ataviado de esa guisa estrafalaria se paseó por Castilla, montando en cada lugar una exótica feria en la que exhibía al indio D. Diego, al que hacía ponerse, antes de entrar en las ciudades, un collar de oro que pesaba 600 castellanos, así como enseñaba «coronas, carátulas, cintos, collares y otras muchas cosas en- tretejidas de algodón» traídas de la Española. 195 Su «humildad» asombró a todos en la corte. En su equipaje llevaba, además del aparato indiano, algu- nas bazas secretas: entre ellas, una carta a los Reyes del Receptor Sebastián de Olano, en la que este les aseguraba que en ningún momento D. Cristóbal le había impedido ejercer su oficio, así como que todo lo relacionado con la contaduría de la colonia estaba convenientemente anotado en sus libros. 196 A mayor abundamiento, entregó también a los monarcas un curioso memo- rial, anónimo, dirigido a la reina y que algunos han considerado como «la primera valoración económica de las Indias». 197 El escrito pretendía ser un relato imparcial: los indios eran buenos y las tierras de extensión indefinida y de grandes posibilidades para la cría de ganado; sin embargo, había poco oro, las especias no eran finas y no merecía la pena coger el algodón. Más que una valoración económica parece un texto exculpatorio y laudatorio para el Almirante, en el que se viene a decir que en las Indias era poco lo que

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