Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I
La conquista y la implantación de los españoles 282 a los Reyes de los acuerdos a que había llegado con el rebelde, pero al fin se decidió a enviar como sus procuradores a Miguel Ballester y a García de Barrantes, «como personas que habían sido testigos oculares», bien provistos de los procesos que se habían hecho contra Roldán y sus secuaces. Por parte de Roldán, que se quedó en la Española, embarcaron varios de sus compañe- ros, cuyos nombres desconocemos, a los que Colón regaló dos o tres esclavos. Las Casas 221 resumió en su Historia las nueve razones que Colón, en una carta hoy perdida, expuso a los Reyes explicando por qué no debían de guar- darse con Roldán los asientos que él se había visto obligado a firmar. Como sucede con lamayoría de las argumentaciones colombinas, las consideraciones resultan peregrinas. La primera y principal era que no había existido un mu- tuo acuerdo: él había firmado el papel, ya redactado, que le había entregado el rebelde; además el documento se había ratificado en la carabela, donde no se usaba el oficio de virrey. A estos dos defectos de forma se unían otras razo- nes: con traidores condenados tras un proceso y sentencia no se podía pactar; ni tampoco era él quién para tratar de asuntos tocantes a las posesiones de Sus Altezas. Por si ello fuera poco, había también otros motivos pecuniarios que dañaban los intereses de la Corona: Roldán no solo había incluido en la nómina de los que habían de regresar a Castilla a un grupo de delincuentes y homicidas –que habían acudido al Nuevo Mundo con condición de servir por una serie de años–, sino que, incluso, pretendía que fuesen pagados por todo el tiempo que habían estado alzados; muy al contrario, seguía argumentando el virrey, ellos deberían abonar los gastos hechos en perseguirlos, y Roldán en persona debería abonar los sueldos de los que se le unieron. Por último, recordaba el Almirante que Roldán no había dado la lista de los hombres de su compañía y, por fin, terminaba con una consideración moral: antes de ir a las Indias todos habían hecho el juramento de servir bien y lealmente, un juramento que evidentemente no habían cumplido. A los pocos días de la redacción de esta carta, Roldán le entregó la nómina de los 102 hombres que formaban su compañía, cuyos nombres desconocemos. Además, Roldán y los suyos deberían resarcir a la corona por los daños y menoscabos causados a la hacienda real, así como por las dos carabelas que habían asaltado en la Isabela; por último, deberían comprometerse a «nunca jamás decir que fue bien hecho de alzarse» y a obedecer los mandamientos reales y del Almirante; de no cumplir estas cláusulas, las penas serían «perdi- miento de vida, de los bienes y de los oficios». En las carabelas que zarparon de Santo Domingo el 18 de octubre de 1498, 222 Roldán envió al cardenal Cisneros una carta, larguísima, dando cuenta de los motivos de su rebelión y del desarrollo de los acontecimientos. 223 En ella el
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