Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I
Historia general del pueblo dominicano 283 alcalde daba su versión de los hechos, muy probablemente sin mentir, aunque ocultando los acontecimientos que no le eran favorables. Así, le explicaba cómo el Adelantado se había excedido en sus atribuciones, gobernando con excesivo rigor no solo a los colonos, sino también a los indígenas, contra los que inició, ausentándose de la Isabela, varias campañas en el sur de la isla. Y fueron las sucesivas rebeliones de los indios las que lo obligaron a él, ante la incompeten- cia de D. Diego, a recoger a todos aquellos que andaban desperdigados por los alrededores para evitar que fueran asesinados; e incluso en su propia hacienda él en persona ordenó asar pan a fin de aliviar el hambre de los colonos. Cuando los indios atacaron las fortalezas de la Concepción y la Magdalena, ante la ne- cesidad imperante de comer y luchar contra los indígenas, se vio obligado a forzar la alhóndiga de la Isabela a fin de tomar las armas con que defenderse de los indios y tener comida para él y sus hombres. Relataba Roldán el encuen- tro con Coronel, a voces, desde ambas orillas del Ozama, y la negativa de este a prestarles ayuda. Esa situación fue la que los decidió a dirigirse a Xaragua, donde encontraron cobijo no solo él y sus compañeros, sino también muchos de los que acababan de llegar de la Península que, sabedores de que el Adelantado trataba mal a la gente, decidieron unirse a su cuadrilla; y, para que no les mata- ran los indios, él les hizo la caridad de acogerlos. No contó Roldán que en su huida a Xaragua robaron el hato real de ye- guas y caballos, ni que mataron cuantas vacas pudieron, ni que él mismo se permitió arrebatar la mujer al cacique Guarionex, como refirió Colón en su carta a los Reyes. Sí, en cambio, dio más noticias de las negociaciones que pre- cedieron a la firma del acuerdo con el virrey. Así, parece que, en un principio, había decidido regresar con los suyos a Castilla y que, a tal fin, Carvajal le entregó dos barcos tan podridos que, antes de hacerse a la mar, naufragaron. En el cruce de documentos de la capitulación, señalaba Roldán que fue él mismo quien redactó el acuerdo, una vez consultado el texto con sus compa- ñeros. A la firma, en la que no estuvo presente Carvajal, asistieron, además del Almirante y «otros muchos», Coronel, Ballester y un tal Carrimos. Tampoco dijo nada Roldán acerca de los acuerdos a que llegaron, salvo que Carvajal no quiso devolverle la cabalgadura que le correspondía. Y para demostrar la mala calaña del Almirante, terminaba la carta contando que Colón, en vez de socorrer al cacique Diego Colón, que los había ayudado hasta «que no le quedó de comer», lo mandó capturar junto con su mujer y más de sus 200 indios. Todo eso y mucho más conocería el cardenal cuando hablara con los portadores de esa carta y viera la pesquisa que con ellos le enviaba. Es más que probable que esos portadores fueran los franciscanos que habían de volver a la Española en 1500: Juan de la Duela y Juan Tisin.
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