Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I
La conquista y la implantación de los españoles 288 los que habían ido a su costa y Bobadilla a los que habían acudido a costa de los Reyes. Para poder satisfacerlos, se ordenó al comendador que averiguase el número de gente que estaba en la isla a sueldo de los Reyes, que liquidara las cuentas y que pagase lo debido. Además, llevaba Bobadilla otras cédulas y cartas en blanco para ser expedidas en las Indias según lo creyera conveniente. Iniciado ya el verano partió el comendador para la Española. La flota estaba compuesta de dos carabelas en las que embarcaron 50 personas en cada una de ellas, 25 para servir en las Indias durante un año a sueldo. Los restantes eran criados y varios religiosos. Diecinueve de los indios que Colón había enviado el año anterior regresaban liberados a su tierra. Las primeras actuaciones Cuenta Las Casas que el 23 de agosto de 1500 surgieron en Santo Domingo dos navíos, la Gorda y la Antigua. 237 Lo primero que divisó Bobadilla cuando pudo entrar en el puerto fueron dos horcas, una a cada lado del río, de las que pendían dos cristianos, «frescos de pocos días». Mal comienzo. D. Diego Colón, al mando de la ciudad, no acudió a recibirlo. Los otros hermanos estaban ausentes de Santo Domingo: D. Cristóbal, en La Concepción, y D. Bartolomé, en Xaragua. Tras una serie de rifirrafes con D. Diego, que se negaba a reconocer al nuevo gobernador, aduciendo que los poderes de su hermano eran mayores que los que él presentaba, el 25 de agosto ordenó Bobadilla que se leyese públicamente la provisión real por la que se le otorgaba la gobernación de las Indias y se conminaba a todos sus habitantes a acatar su contenido. Acto seguido, juró el cargo y exigió a D. Diego y a Rodrigo Pérez que le entregasen a los presos encarcelados en la fortaleza. Después mostró el comendador a los presentes otras dos cartas que, solemnemente, hizo leer a su escribano. La primera fue la provisión real, dirigida al Almirante y a sus hermanos, en la que se les pedía que entregaran todas las fortalezas. La segunda que voceó el escribano era la cédula real, dirigida al comendador, en la que se le ordenaba que aclarara las cuentas, abonara sus salarios a todos aquellos que habían ido a cargo de los Reyes e hiciera que el Almirante pagara los suyos a los que estaban a su cargo, «por manera que la gente cobre lo que le fuese debido y no tenga razón de quejarse». La destitución del Almirante y la alegría de saber que estaban a punto de cobrar sus atrasos hizo que muchos hombres, sobre todo aquellos que estaban al servicio del rey, se pusieran de parte del comendador; no así D. Diego Colón y Rodrigo Pérez, que seguían empecinados en no entregar la
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