Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I
La conquista y la implantación de los españoles 294 La pesquisa de Bobadilla Tan pronto como los tres hermanos fueron enviados a la Península, Bobadilla se sintió libre para actuar. A la vez que ordenó liberar a los encar- celados por el Almirante y el Adelantado, vendió las tierras diciendo que los monarcas solo deseaban el dominio y procuró que las comprasen sus amigos a precios muy inferiores a su valor, a un tercio si hemos de creer a Las Casas y a Hernando Colón. Repartió pequeñas mercedes entre los españoles y él mismo se fue enriqueciendo con la almoneda de los bienes de la familia Colón con la excusa de que había que pagar la soldada a la gente. En su calidad de juez pesquisidor ordenó a su escribano que realizara una información de testigos sobre varios puntos. Ignoramos los criterios que se siguieron en la elección de testigos. Es de suponer que todos ellos serían personas de una cierta relevancia o que, por razones de sus cargos u oficios, habrían estado presentes en los hechos que se estaban dilucidando. Tres de ellos, Diego de Escobar, Alonso García y Pedro de Terreros, que ya habían acudido a las Indias en el primer viaje colombino, habían regresado en el segundo junto con la mayoría de los testigos (Pedro Camacho, Pedro Foronda, Toribio Muñoz, Gonzalo Vizcaíno, el valenciano Mateo, Rodrigo Montoya, fray Ramón Pané, Cristóbal Rodríguez la Lengua, Pedro de Salcedo y Juan Vallés). Así pues, al menos trece de los declarantes llevaban viviendo en la Española siete años. Tan solo dos años de vecindad tenía entonces en la isla Cristóbal Barros, pasajero del tercer viaje. Se desco- noce cuándo llegaron el clérigo Pedro Ortiz, Rodrigo Manzorro, Francisco de Montalbán, Lope Muñoz, Juan Celaya, Fernando de Salinas, Rodrigo Pérez y Francisco de Sesé, ya que, como es sabido, no disponemos de las nóminas completas del segundo y tercer viajes del Almirante. En una ocasión se quejó Colón de que Bobadilla había llamado por testigos tan solo a los rebeldes alzados con Roldán. No fue así exactamente. Cinco de los mismos intervinieron en las probanzas de los pleitos colombinos presentados por D. Diego, luego eran personajes muy próximos a los Colón. Tanto Pedro de Terreros como Pedro de Salcedo habían sido sus más fieles servidores y lo seguirían siendo en el futuro. Terreros lo acompañó en sus cuatro viajes y Salcedo, cuando declaró a su favor en 1513 en Santo Domingo, no dudó en afirmar que él personalmente tenía «al Almirante por uno de los mayores hombres del mundo». Rodrigo Pérez había sido su lugarteniente. Quizá Colón hacía alusión en su queja a Diego de Escobar, su contino, que se había pasado al bando de Roldán y cuyas declaraciones hubieron de re- sultarle especialmente dolorosas. Además de Escobar, otros testigos sí eran
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