Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I

Historia general del pueblo dominicano 295 claramente contrarios al Almirante, como Juan Vallés y Rodrigo Montoya, que estaban presos cuando llegó Bobadilla; Francisco de Montalbán, a quien el Adelantado había mandado cortar una mano, o Toribio Muñoz que, en cuanto supo de la llegada del comendador, acudió a Santo Domingo dejando solo al Almirante. Del resto, dudamos. Sus declaraciones no indican simpatía al virrey, pero tampoco una animadversión manifiesta. Tres fueron las preguntas a las que fueron sometidos los veintidós testi- gos que fueron llamados a declarar. La primera pretendía esclarecer si Colón había ordenado juntar a la gente, tanto a indios como a cristianos, para ir contra el nuevo gobernador; la segunda tenía como finalidad aclarar si tan- to el Almirante como sus hermanos habían prohibido la cristianización de los indios; y la tercera inquiría sobre las diversas actuaciones judiciales del Almirante así como sobre «otras muchas injusticias e sinrazones que el dicho Almirante y sus hermanos habían hecho a los vecinos de la dicha isla». Pese a que no disponemos de la totalidad del texto, hemos de suponer que solo se hicieron estas tres preguntas. Por su parte, la mayoría de los testigos, quizá tirados de la lengua, no dudaron en añadir más datos de su cosecha para buen entendimiento de los jueces. No hizo Bobadilla a Colón un juicio de residencia. No lo es ni en su for- ma ni en su contenido. Su actuación, en la que quizá se excedió, se limitó a llamar a un puñado de testigos, y no parece que ninguno se presentara voluntariamente. En cuanto a la primera pregunta, quedó claro que Colón intentó en un primer momento enfrentarse a Bobadilla. Nunca hubiera podido hacerse con el poder. No tenía condiciones de caudillo: ni sabía mandar, ni sabía atraerse a la gente. Su única defensa fue afirmar que quería regresar a Castilla para explicar a los Reyes la sublevación de Roldán, rendir cuentas de su actuación y volver de nuevo a las Indias a fin de seguir descubriendo tierras hacia ese estrecho que lo obsesionaba y del que se creía tan cerca. La segunda pregunta del interrogatorio versaba sobre un tema espinoso y delicado, ya que se requi- rió de los testigos que señalasen cuál era la razón por la que Colón impedía bautizar a los indígenas. De ninguna manera se estaba debatiendo la reli- giosidad del Almirante. Una cuestión que nunca se planteó, pues Colón era, ante todo y ante todos, un hombre profundamente religioso. Quedó probado que era el Almirante quien decidía a quiénes podían administrar el bautismo los frailes; y, por ello, los testigos aseguraron que prohibía los matrimonios mixtos: si no se bautizaba a las indias, no podía celebrarse el sacramento. Ello nos inclina a sospechar que al comienzo de la colonización se realiza- ron escasísimos matrimonios mixtos: tan solo los autorizados primero por

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