Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I

Historia general del pueblo dominicano 297 Quizá convenga recordar, que aparte del envío de estas cartas, tan inju- riosas contra el Almirante como laudatorias para sus personas, desconocemos cómo estos frailes desarrollaron su misión evangélica. Tan solo tenemos la versión de Las Casas: «Alcancé a conocer dos religiosos de la orden de San Francisco, que fueron con él [fray Boil], frailes legos pero personas notables, naturales de Picardía o borgoñones, e que se movieron a venir acá por solo celo de la conversión de estas ánimas, y, aunque frailes legos, eran muy bien sabidos y letrados, por lo cual se conocía que por humildad no quisieron ser sacerdotes... Fueron bien conocidos míos y en amistad y conversación, al me- nos el uno muy conjuntos». Fray Rodrigo Pérez no participó en la redacción de las cartas ni tampoco del informe y siguió siendo fiel a los Colón, como demuestra que el fiscal de D. Diego lo eligiera como testigo en la probanza de la que tratamos más arriba. Fray Rodrigo no recibió ningún recuerdo del padre Las Casas, que no lo citó en sus escritos como tampoco mencionó al benedictino fray Alonso del Viso o al padre Ortiz. Evidentemente, no debían de ser de su cuerda. La Española en 1500 De los 1,500 hombres que llegaron en 1493 y de los 330 que arribaron en 1498 muchos regresaron a la Península y no pocos murieron en la Española. Es difícil fijar el número que pudiera haber en 1500. Según Juan de Ayala, vecino de la ciudad de Santo Domingo, 253 a la llegada de Bobadilla apenas quedaban en la isla unos 360 españoles. Es una cifra aproximada, pero quizá resulta demasiado baja, teniendo en cuenta que el Almirante en 1500 «pa- gaba» sueldo a 330 personas 254 –las alistadas en 1498– y que, sin duda, otros españoles se habían establecido por su cuenta: por de pronto, Roldán y los su- yos. No menos complicado es calcular el número de habitantes indios. Colón, en una de sus fantasías, habló de un «cuento de cuentos» 255 y G. Fernández de Oviedo de un millón. 256 De creer otra vez a F. Moya Pons, siempre ecuánime y ponderado, la población indígena que en 1492, cuando llegó Colón, contaba con 400,000 individuos, en 1508 se había reducido a unos 60,000. La lucha contra el Islam había enseñado a los castellanos a poblar ciu- dades. Así lo hicieron también en el Nuevo Mundo, unas veces por orden de Colón, otra por propia iniciativa (en el Bonao, por ejemplo), transplantando a la Española el esquema político-administrativo del concejo peninsular. A pesar de todo, en 1500 no había en la isla ninguna ciudad española que tuviese una cierta entidad. Abandonada la Isabela, comenzaba su andadura Santo Domingo, la localidad más populosa. En 1500 contaba ya con una

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