Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I
Historia general del pueblo dominicano 299 mil maravedís e la arroba de aceite a cuatro mil, e la miel a seis mil». 268 Pero estos hombres ya estaban hechos en 1497 a la vida indígena. Para prender a Mayobanex, doce españoles no dudaron en desnudarse y embijarse, 269 logran- do hacerse pasar por indios: ya estaban aclimatados a la nueva tierra. En sus cartas pretendió el soñador Colón haber encontrado un sinfín de productos que se daban en la India de Marco Polo: canela, almáciga, incienso, cera, miel, resina, áloe, sándalo. Tales exorbitancias escribió en 1494 270 y tales exorbitancias volvió a repetir en 1498, al hacer la relación de su tercer viaje. 271 Incluso su más fiel admirador, Las Casas, 272 mostró la perplejidad que le cau- saban las palabras de su ídolo: «Cerca de lo que dice de la canela y áloes y jengibre, incienso, mirabolanos, sándalos, nunca los vi en esta isla, al menos no los conocí… Estoraque nunca lo olí sino en la isla de Cuba». Y en otra ocasión remachó: «nunca, que yo sepa, se halló miel ni cera que en isla… se criase». 273 En realidad, esta concesión a los espejismos fue la única manera que tuvo el Almirante de encajar la India soñada de la Antigüedad en la realidad americana; y a fe que su ingenio supo dar una explicación racional de todas las dudas y escrúpulos que lo asaltaron. Por lo demás, no fue él el único en engañarse. Todos los demás expedicionarios, españoles o no, cayeron en la misma trampa y sufrieron las mismas alucinaciones. 274 En realidad, en 1500 la Española solo producía dos cosas que tuviesen alguna rentabilidad económica: el oro y el palo de brasil, una vez que –teó- ricamente– se había suprimido la trata de esclavos. Aunque ya se habían descubierto minas de oro de una cierta importancia, todavía las cantidades obtenidas habían sido pequeñas. El laboreo a gran escala empezó justo a partir de la destitución del Almirante: una cruel ironía del destino. El palo de brasil equilibró hasta cierto punto el ruinoso negocio a aquellos descubridores que no hubiesen encontrado antes otra mercancía más valiosa, como a Ojeda. Mas fue el Almirante quien bautizó el lugar adonde llegó Ojeda –Yáquimo– con el nombre precisamente de puerto del Brasil 275 y quien primero se percató de su posible explotación, una vez que Bartolomé Colón exploró en 1496 los bosques de ese árbol: 276 en 1498 soñó con exportar 4,000 quintales de brasil a un precio de 20 millones de maravedís. 277 No sorprende que en 1502 se empezara ya a recoger el colorante en grandes cantidades para llevarlo a Sevilla y, de allí, a Amberes. Hasta que se interpuso un país que recibió del tinte el nombre. Colón, el hombre de los grandes claroscuros, vislumbró sagazmente el porvenir. No solo se dio cuenta de la abundancia de ámbar fósil, 278 del que envió una muestra a los Reyes, sino que previó la importancia que habría de tener algún día la industria azucarera en la Española. Es lástima que el «pobre extranjero envidiado», 279 una inteligencia verdaderamente preclara,
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