Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I

Historia general del pueblo dominicano 319 L a estructura política Probablemente el mayor logro de Ovando fue que consiguió, en un tiem- po record, estabilizar y rentabilizar la colonia. 13 El poder político de las Indias en las primeras décadas del siglo xvi estuvo radicado en la ciudad de Santo Domingo. Los gobernadores de la Española y la Audiencia de Santo Domingo no solo tuvieron jurisdicción sobre la isla sino sobre todo el territorio america- no conocido entonces. De hecho, en 1518, Diego Velázquez pidió autorización a los religiosos Jerónimos para aprestar la armada de Juan de Grijalva y ex- plorar las costas novohispanas. 14 Velázquez lo tenía muy claro, sabía que solo era teniente de gobernador y, tras la destitución de Diego Colón, la potestad suprema sobre él la tenían los tres cenobitas Jerónimos. Igual de claro lo tuvo el gobernador de Jamaica Francisco de Garay, quien, en 1518, pidió autoriza- ción a los tres reformadores Jerónimos para despachar una armada al Pánuco. Concedida la misma, ya en 1519, envió a Martín de Pinedo que recorrió buena parte de las costas del golfo de México. 15 Todavía en la tardía fecha de 1520, enterada la Audiencia del conflicto entre Hernán Cortés y Pánfilo de Narváez, decidió enviar para mediar entre las partes al oidor Lucas Vázquez de Ayllón. Como es bien sabido, fracasó en su cometido y fue reembarcado hacia Cuba. 16 Sin embargo, está claro que todos entendían, como no podía ser de otra forma, que Nueva España caía dentro de la demarcación jurisdiccional de la Audiencia de Santo Domingo. Y así fue hasta 1527 en que se erigió la primera Audiencia mexicana. El sometimiento de la isla Tradicionalmente se ha afirmado que Nicolás de Ovando «pacificó» la isla entre 1503 y 1505. Pero conceptos como «pacificación» o «rescate» no eran más que eufemismos de la época. No se trataba de pacificar sino de someter a sangre y fuego cualquier atisbo de resistencia. A su llegada a la isla, Ovando se encontró con la feliz noticia de que el cacicazgo de Higüey se encontraba al borde de la rebelión, por la explotación a que los había sometido Francisco de Bobadilla. Empezaba con buen pie, pues ya tenía la justificación perfecta para someter la isla y, de paso, conse- guir un buen puñado de esclavos. 17 Pero inicialmente las cosas no fueron tan fáciles; con el paso de los meses la situación se agravó, hubo una gran carestía de alimentos y los indios continuaron su política de alzarse a los montes y abandonar sus cultivos, agravando el problema. Obviamente, la amenaza no

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