Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I
La consolidación de la colonia 326 del sistema económico, dado el agotamiento de los placeres auríferos y el dramático descenso de la mano de obra aborigen. Por ello, sus sucesores en la gobernación no solo no consiguieron reactivar su extracción sino que, más bien, el problema se agudizó progresivamente. Diego Colón, heredero del mayorazgo familiar, presionó a las autorida- des para recuperar los títulos arrebatados a su padre de virrey, gobernador y capitán general. A través de su esposa, María de Toledo, accedió a mucha gente importante que le facilitó enormemente las cosas. Al parecer, intervino personalmente Federico de Toledo, segundo Duque de Alba. Tan solo existía un problema: la Corona había escarmentado con su padre y el nombramiento no sería a perpetuidad sino «mientras fuese la voluntad nuestra». Es impor- tante resaltar que se trató de un nombramiento real, en ningún caso del reco- nocimiento del título de virrey y gobernador de las Indias que había heredado de su padre. Además, el rey se encargó de recortarle los poderes para evitar lo ocurrido en tiempos del Comendador Mayor. De hecho, desligó las finanzas del cargo de gobernador, nombrando como tesorero a Miguel de Pasamonte, e intentó infructuosamente desligar el cargo de gobernador del de repartidor. Después del período ovandino, en el que el control real fue mínimo, Fernando el Católico estaba decidido a recuperar su poder allende los mares. Sin embargo, el primogénito de Cristóbal Colón no tardó en obviar las órdenes reales e ir mucho más allá de lo que el rey Fernando estaba dispuesto a concederle. Incluso, se abrogó el cargo de repartidor de los caciques e indios sin tener autorización para ello. Y lo hizo porque sabía que el control de los repartimientos era clave para ganarse la adhesión de muchos colonos. La ex- cusa que puso fue que, dado que Ovando había acaparado ambos cargos, el de gobernador y el de repartidor, él también podía hacerlo, sosteniendo que el segundo cargo era inherente al primero. No era así y, tanto Fernando el Católico como el propio Almirante lo sabían. No obstante, para evitar males mayores, se dio validez a los hechos consumados, confirmándole en su cargo de repartidor. 33 De momento, salió victorioso del órdago lanzado, aunque la estrella le duraría poco. La llegada de Diego Colón, lejos de solucionar los problemas, agudizó el enfrentamiento entre las dos facciones: la oficial, liderada por el poderoso tesorero Miguel de Pasamonte y compuesta por los oficiales reales y por los oidores, y la colombina, formada por una red clientelar de hidalgos y nobles cuyo apoyo consiguió el recién llegado básicamente a través de la concesión de encomiendas. 34 El segundo Almirante llegó a formar en Santo Domingo una pequeña corte de la que recelaban los oficiales reales y la propia Corona. Roberto Cassá hablaba de un ambiente cercano a la guerra civil que parece
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