Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I

Historia general del pueblo dominicano 331 permitieron cuestionar el monopolio comercial sevillano, aunque obviamente dichas reivindicaciones fueron infructuosas, lo que provocaría a medio plazo el surgimiento de un floreciente contrabando que alcanzaría sus máximas co- tas en la segunda mitad del siglo xvi . Pero lo cierto, es que la creación de esta élite casi aristocrática permitió un mayor control político sobre el resto de la población. 39 Una élite primero fiel a la Corona, pero con el tiempo defensora de sus propios intereses personales frente al pueblo y a los intereses de la metrópolis. De hecho, con el paso del tiempo fue surgiendo el elemento crio- llo: blancos, mestizos, mulatos y cuarterones, todos ellos hijos de españoles que desempeñaron un importante papel dentro de la sociedad dominicana. Ellos controlaron el poder de la isla no solo frente a las minorías étnicas sino también frente a los intereses de la élite económica peninsular. Como ya hemos dicho, también debió haber una clase social medio-baja, formada por españoles que no tuvieron acceso a encomiendas o que al menos dispusieron de un corto número de indios. Probablemente debió existir una profunda división entre unos y otros, es decir, entre la élite encomendera y el resto de los hispanos. Este último grupo social no ha sido suficientemente estu- diado, aunque probablemente, por su débil posición política y económica, jugó un papel escaso dentro de la sociedad colonial. Conocemos una orden dirigida a Miguel de Pasamonte, el 28 de febrero de 1510, en la que se le pidió que los hombres de la expedición de Ojeda fuesen reclutados de entre aquellos que no tenían encomiendas, ni «vecindades». 40 De todas formas, había una diferencia sustancial con la época colombina. Ahora ningún hispano padecía necesidades extremas, pues el hambre fue prácticamente erradicada de la isla desde 1505 o 1506. Y ello por dos motivos: primero, porque el Comendador Mayor prio- rizó hasta donde pudo la explotación agropecuaria, necesaria además para el abastecimiento de los placeres auríferos. Y segundo, por un hecho involuntario, cuya manifestación se tradujó en que el ganado salvaje, sobre todo el porcino y el vacuno, se hizo tan abundante que, dado el daño que causaba en los cultivos, obligó a organizar monterías periódicas. La carne sobraba; el hambre era defi- nitivamente agua pasada. En la base de la pirámide social se encontraba sin duda el indio que, aun- que vasallo en teoría, en la praxis su vida a los ojos de los españoles no valía absolutamente nada. La fuerza laboral indígena: las encomiendas El Comendador Mayor, pese a que traía órdenes para suprimir los re- partimientos, no tardó en convencerse de que la única forma de lograr la

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