Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I
La consolidación de la colonia 342 El descenso de la población comenzó desde la misma arribada del almi- rante Cristóbal Colón. Y ello, provocado por las sucesivas y desconocidas epidemias que azotaron la isla desde esos primeros años y por la falta de una legislación protectora. Es bien sabido que las enfermedades infecciosas atacaban con mayor virulencia en las áreas confinadas, como era el caso de las islas del Caribe. Estas, además, se encontraban en una total virginidad inmunológica. La primera de esas epidemias que ha sido identificada es la llamada influenza suina, que asoló la isla desde 1493. Fue introducida de manera in- voluntaria por Cristóbal Colón en su segundo viaje, a través de ocho cerdos infestados que compró en la isla de la Gomera. Todo parece apuntar a que sus consecuencias fueron muy virulentas, matando a algunos españoles y a miles de indios. Por desgracia desconocemos las cifras exactas de mortalidad, aunque se estima que en solo cuatro años la isla perdió una cuarta parte de su población. Entre 1496 y 1508 el declive, sin embargo, se ralentizó, pues son años en los que, debido a los graves problemas internos en la factoría colombina, se produjo una menor presión sobre el indígena. Pese a todo, la época del gobernador Ovando (1502-1509) tampoco debió ser fácil para los taínos. De hecho, al carecer de animales de tracción suficien- tes, se convirtieron en auténticas bestias de carga. De hecho, años más tarde, reconoció el propio Fernando el Católico que muchos habían perecido en los primeros años porque las «personas que los tenían les hacían llevar a cuestas algunas cargas y cosas de mucho peso y los quebrantaban». Nuevamente, entre 1508 y 1519, se produjo un acusado descenso pobla- cional, al pasar su número de 60,000 a 3,000. Este declive estuvo motivado por su explotación intensiva en las minas que culminó dramáticamente con la epidemia de viruela que se inició a finales de 1518. Así, el comienzo de este nuevo ciclo coincide exactamente con la llegada del nuevo gobernador, Diego Colón, que traía instrucciones muy precisas para intensificar el trabajo indígena y procurar un aumento de la producción aurífera. También el bilbi- litano Miguel de Pasamonte, tesorero real de la isla, recibió instrucciones para que desembargaran las minas e introdujesen todos los efectivos que fuesen necesarios para aumentar la producción. Ello era más o menos compatible con el envío a la isla de 50 traslados de molde de las ordenanzas para el buen tratamiento de los indios que le fueron consignados al licenciado Ibarra en 1514. 58 Pero con ordenanzas o sin ellas, el trabajo indígena en estos años fue tan duro que, según escribieron los dominicos en 1516, cada año moría un tercio de su población. Además, el aumento del tiempo de la demora acarreó
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