Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I

La consolidación de la colonia 354 destinaron a empresas mucho más rentables entonces como la trata de escla- vos o la explotación de los placeres auríferos. Según Genaro Rodríguez, los primeros envíos de azúcares dominicanos a Sevilla se produjeron tan solo en 1517 y en cantidades bastante moderadas. 89 A partir del gobierno de Diego Colón se agudizaron dos problemas: el primero, el agotamiento de los yacimientos auríferos. Se pensaba que el des- censo de la producción en los últimos años del gobierno de Ovando se había debido a negligencia o falta de organización. Pero las causas eran otras, ya que los yacimientos mostraban peligrosos signos de agotamiento y la recogi- da del preciado metal cada vez era más escasa. En cuanto al cobre, nunca más se supo. Desde 1509 no tenemos noticias de su explotación en la Española. El segundo problema fue la revolución de los precios que hundió la eco- nomía local. Así, pese a la llegada de varios millones de maravedíes en vellón para abaratar los precios los resultados fueron escasos. Ya el Comendador Mayor ordenó traer grandes partidas de vellón porque decía que al no ha- ber moneda se pagaba en oro a precios desorbitados. En 1505 se compró a Francisco Doria, mercader genovés, plata suficiente para acuñar en Sevilla un millón de maravedíes en moneda de plata y vellón con destino a la Española. 90 La llegada del vellón no consiguió gran cosa. De todas formas es cierto que las mercancías, como el vino o la harina, llegaban al doble de precio que en Sevilla, en tanto que en Cuba y en Nueva España el precio se triplicaba. 91 Había ahí un margen de beneficio que fue utilizado por algunos comerciantes de la isla. El poblamiento de las isla se resentía día a día. La Española hacía tiempo que había dejado de ser ese territorio soñado donde «se pescaba oro». Para finales de la segunda década del siglo xvi ni había oro, ni mano de obra indí- gena, ni tan siquiera españoles dispuestos a establecerse en la isla. La viruela desatada a partir de 1518 acabó con todas las esperanzas de recuperación de la población taína. Pero no solo se despobló de nativos sino también de espa- ñoles. Ya el poblamiento de Puerto Rico y Cuba significó una verdadera san- gría demográfica, pero fue el de Nueva España que resultó verdaderamente catastrófico. De hecho, se estima que en la década de los veinte la isla perdió una tercera parte de la población castellana. 92 La Corona pretendió remediar este despoblamiento. Para ello, en 1516 mandó pregonar por muchos pueblos de Andalucía una disposición a fin de que se le diera pasaje gratuito y manutención a todos aquellos labradores que pasasen con sus mujeres a la Española. El pregonero, Juan de Celaya, vecino de Sevilla, estuvo nada menos que 209 días pregonando el documento. En 1520 pasaron a la Española más de 30 familias de labradores a los que se

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