Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I
La consolidación de la colonia 360 llevar a sus indios y negros a la Catedral porque preferían dejarlos trabajando en sus estancias, lo cual parece ser que no era totalmente cierto. En realidad, muchas de esas estancias estaban a varias leguas de distancia de la capital como para acudir a la iglesia los días de precepto. Y aunque finalmente el Rey zanjó esta cuestión, ordenando que los clérigos pudiesen confesar en los lugares de residencia tanto a los españoles como a los indígenas, lo cierto es que nunca hubo en la isla un número de predicadores suficientes como para llevar a efecto esta disposición. En relación a este último aspecto, y enlazando con el segundo motivo mencionado, diremos que el problema no fue tanto la escasez de religiosos como su escasa formación teológica. Hasta tal punto fue grave esta carencia que, antes de mediar el siglo, los franciscanos de Santo Domingo solicitaron de su orden que enviaran un clérigo letrado, pues era necesario para la con- tinuación de dicha casa religiosa. En el caso de la isla de Cuba la situación no era mejor, pues no en vano, en 1524, los franciscanos solicitaron clérigos que supiesen predicar porque a causa de no haberlos «muchos de los dichos indios desesperan y se ahorcan, lo cual dicen que cesaría si hubiese los dichos predicadores que los enseñasen y consolasen...» Incluso, los pocos frailes de la isla tenían dificultades para sobrevivir pues, por ejemplo, el monasterio de San Francisco que se ocupaba «en la instrucción y conversión de los naturales de esa tierra», no era otra cosa, en la década de los treinta, que un bohío de paja casi despoblado. En general, hemos de pensar en una continuación de las tradiciones in- dígenas hasta prácticamente su extinción. No en vano, los documentos de la década de los cuarenta se muestran tan pesimistas en cuanto a su conversión como los de los primeros años de la colonización. En 1538, se decía que los indios de la Española vivían infielmente y celebrando comúnmente sus ritos y areítos, idea que se repite en los años sucesivos. Concretamente, en 1547, se afirmó que apenas quedaban 157 indios naturales dispersos por el campo, que eran ladrones y borrachos y que realizaban sus areítos como lo habían hecho en la gentilidad. 111 Evidentemente, en lo referente a los calificativos hemos de entender el documento en el contexto de la época, donde los indios recibían los mismos calificativos que los negros y las demás minorías étnicas. Sin embargo sí nos parece importante subrayar la referencia a la práctica de sus ancestrales rituales, pues no deja lugar a dudas sobre la supervivencia de sus primitivos rituales. Sin embargo, el hecho de que en esta isla se consiguiese una mayor práctica religiosa por parte de los aborígenes se debió a varias causas: primero al redu- cido número de indígenas que en ella habitaban y a su continua convivencia
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