Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I
Otros sectores productivos y económicos 430 Nuevamente, en 1538 se informó de la localización de una veta de piritas en el Cotuí, a dieciséis leguas de Santo Domingo. Dos años después escribió la Audiencia que no se había explotado por falta de personal especializado, pero que acababa de llegar un fundidor alemán que iba a Venezuela y que había decidido, finalmente, quedarse y entender en su puesta en explotación. No parece que las expectativas se cumpliesen, pues no volvemos a tener noticias al respecto. Hubo otras actividades extractivas mucho más marginales, como las salinas de Puerto Hermoso, cuyas rentas alcanzaron altos precios en algunas subastas realizadas en los primeros años del quinientos. Sin embargo, ya el propio Ovando señaló su escasa rentabilidad, atribuyendo la causa a la sal que se traía de España. Lo cierto es que, pese a la prohibición para impor- tarla, expedida en 1505, la renta de la sal solo ascendió entre 1503 y 1507 a la modesta cifra de 1,477 pesos y 11 granos de oro. En 1511 se intentó relanzar su explotación al reducir al 50% los impuestos con que se gravaba su extrac- ción. 17 Y nuevamente, en 1519, se autorizó a los vecinos a extraer libremente la sal, sin pagar derechos. 18 Pese a las escasas rentas que generaba a la Corona, cuando los vecinos pidieron que se cedieran para financiar las obras públicas la autoridad se negó, aunque no lo hizo por su cuantía –que era insignifican- te– a fin de evitar precedentes que menoscabasen los intereses reales. Lo cierto es que cuando, a finales del siglo xvi , comenzó la explotación sistemática de otras salinas continentales, como las de Araya en Cumaná, las de la isla dejaron de tener rentabilidad alguna. El yacimiento debió quedar totalmente abandonado en el último tercio del siglo xvi , pues en 1592 las auto- ridades locales pedían que se enviase sal desde la Península porque carecían de ella y la necesitaban para curtir los cueros. 19 Finalmente, debemos señalar la explotación de lo que se llamaba en la época «piedra azul», es decir, turquesas que en Santo Domingo se conocen como larimar. Su producción debió ser muy poco representativa, aunque tenemos datos solamente para cinco años sueltos de la segunda mitad del siglo xvi . En 1561 y entre 1568 y 1571 se enviaron a la Península un total de 42 barriles de este mineral, fundamentalmente procedentes de la Española, pero alguna cantidad indeterminada también de Cuba. El monto económico total no fue gran cosa, pues, dado que se pagaba a 10,000 maravedíes el barril, la suma ascendió a 42,000 maravedíes. Como se puede observar, se trataba de una cifra insignificante en el monto total de las exportaciones.
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