Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I

Otros sectores productivos y económicos 432 peninsulares los concejos se opusieron a su exportación para evitar el desa- bastecimiento propio. Los roces con el concejo de Sevilla fueron continuos. De hecho, los ediles sevillanos mantuvieron un pulso continuo con los oficiales de la Casa de la Contratación, pues impedían que se embarcara harina y vino con destino a las Indias. En 1509 tuvo que intervenir la Corona para recordar a los regidores sevillanos la libertad que existía para embarcar caldos con destino al Nuevo Mundo, orden que se reiteró en 1513. Nuevamente, en 1527 se compelió al concejo hispalense a permitir su exportación porque la cosecha había sido buena y, en cambio, en las Grandes Antillas se habían perdido los «conucos, labores y sementeras » , repitiéndose la orden con sendas sobrecédulas de 1530 y 1532. 22 Además se tomaron dos medidas complementarias para remediar la carestía: una, autorizaron a los puertos de Andalucía para que, remitiendo registro a Cádiz, pudiesen cargar mantenimientos con destino a las Indias, Y otra, firmando un asiento con Alonso Román, jurado y vecino de Sevilla, para que comprase en Andalucía 6,000 fanegas de trigo con el mismo fin. Pese a todo, el concejo sevillano embargó tanto el trigo como el vino que estaba pre- parado para enviarse allende los mares, agarrándose a la prohibición de sacar estos productos de la ciudad y de su tierra en un radio de quince leguas a la redonda. La Corona volvió a recriminar a las autoridades locales para que lo desembargasen y permitiesen su salida. 23 Y nuevamente, el 26 de mayo de 1560 se promulgó una Real ejecutoria para garantizar que los cargadores pudiesen traer caldos a la ciudad con el objetivo de enviarlos a las Indias. 24 Y segundo, el tráfico colonial no tardó en vascular hacia Nueva España, quedando las Grandes Antillas como un mercado secundario. Los comercian- tes cada vez más dejaban atrás el mercado antillano e iban directamente a vender sus productos al continente, donde las expectativas de negocio eran muy superiores. El abuso era fácil, bastaba con llevar poca cantidad a precios desorbitados para que los vecinos se viesen obligados a comprar. Ello provocó que la harina y el vino experimentasen una verdadera es- calada de precios. Conocemos numerosos comerciantes que llevaban harina y vinos a la isla, algunos vizcaínos y la mayoría sevillanos, como Esteban de Castro, Rodrigo Pérez y Francisco Frías, quienes residían en Santo Domingo y vendían «armas, harina, vinos y otras cosas». Sin embargo, nunca fue su- ficiente para abastecer la demanda, sobre todo a partir de la conquista de la confederación mexica. Al circular poca cantidad, por pura ley de la oferta y la demanda, su precio se disparaba, ante las quejas reiteradas de los sufridos vecinos. El propio Ovando consiguió una prebenda, en 1505, por la que se le permitió cargar para su consumo personal cuantos mantenimientos quisie- se, con la única condición que no los usase para venderlos. Los vecinos no

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