Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I

Historia general del pueblo dominicano 433 tardaron en hacer llegar sus quejas a la Península dado el desabastecimiento que sufrían. Tras las peticiones formuladas en 1508 por la junta de procura- dores de la isla, la Corona ordenó al concejo y asistentes de Sevilla que no pusiesen impedimentos en la exportación de vinos por «la gran necesidad » que manifestaban tener los vecinos de la Española. Obviamente, el problema, lejos de mejorar se fue agudizando con el paso del tiempo, fundamentalmente por la expansión de los territorios coloniales y el consiguiente aumento de la demanda. En la propia Sevilla la demanda indiana provocó que entre 1511 y 1539 el precio del aceite y del vino se triplicara y el del trigo se duplicase con creces. En las Antillas, y en particular en la Española, este mismo precio se ha- bía visto multiplicado por diez. Cada vecino de la isla conseguía la preciada harina como podía, aunque los comerciantes cada vez más pedían el pago en efectivo, pues no se fiaban ni de los prelados. Para intentar frenar esta galopante inflación las autoridades locales rei- vindicaron la liberalización del comercio. Ya en 1532, la Audiencia de Santo Domingo se quejó al Emperador en este sentido, explicándole que el poco grano que llegaba lo hacía «con cohecho ». 25 Paralelamente a estas peticiones y previendo su negativa, las autoridades locales, en un intento desesperado por frenar la escalada de precios, intentaron fijar una suma máxima. Ya ocurrió en 1524 pero, ante la airada queja de los comerciantes, la Corona lo prohibió, aunque el hecho de que se expidiese una sobrecédula dos años después indica que continuaron haciéndolo. En 1532 el Cabildo de la ciudad primada volvió a pedir autorización para fijar precios, pues, según decían, los comerciantes no se conformaban nunca con una ganancia razonable, vendiendo todos sus productos a precios desorbitados, ante la impotencia de los colonos. La pro- blemática la explicaron los ediles con toda claridad: No se contentan con ganancia moderada sino procurar de ganar doscientos por ciento y antes más que menos, y como sean cosas necesarias y mantenimientos y sin ellas no podemos pasar ni vivir, no se puede dejar de dar por ello lo que ellos quieren. 26 La reivindicación no debió surtir efecto y por esta razón, en 1532, se in- tentó de nuevo moderar los precios en las colonias. 27 Dos años después fue la Audiencia de Santo Domingo la que volvió a reivindicar el derecho a fijar el precio de la harina y el vino, para evitar que los abusos de los comerciantes perjudicase el trato. 28 Aprovechando el silencio administrativo, los oidores decidieron a finales de los años treinta fijar los precios máximos del vino. Los comerciantes en cuestión, Rodrigo Pérez y Francisco Frías, se quejaron en 1541

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