Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I

Historia general del pueblo dominicano 435 En los primeros años, los españoles no prestaron atención a su cultivo, y simplemente se lo robaban a los indios cada vez que el hambre apretaba. Ya en tiempos de la factoría colombina hubo hambrunas que se acentuaron en tiem- pos de Francisco de Bobadilla y, sobre todo, tras la arribada de la gran flota de Ovando. Inicialmente hubo una cierta resistencia a su consumo, pues los euro- peos lo consideraban un alimento basto e insípido, hasta el punto que algunos escribieron que cuando lo comían les parecía estar «masticando tierra ». 34 Sin embargo, la pura necesidad los empujó a consumirlo y a apreciar su gran ven- taja, es decir, que una vez elaborada la torta, en seco, duraba sin deteriorarse bastantes meses e incluso años. Y dado que la demanda de alimentos de los co- lonizadores fue inversamente proporcional al descenso de los conucos indíge- nas, no tardaron en aparecer estancieros hispanos que con la misma tecnología indígena se aprovecharon del negocio. 35 Antes de finalizar la primera década del siglo xvi ya había decenas de estancieros dedicados a su cultivo, entre ellos el propio gobernador. 36 De hecho, en un documento de 1511 que se basaba en un inventario de los bienes dejados por Nicolás de Ovando y firmado por él mismo, se recogían un total de 87,200 montones de yuca repartidos por varias estancias a lo largo y ancho de la isla. 37 En pocos años se plantó masivamente, pues, dado el desabasteciendo de productos europeos, se convirtió en la única forma de garantizar el mantenimiento de los hispanos. Mucho menos conocidas son otras explotaciones de pequeño tamaño que, pese a su importancia, han dejado escasa huella en la documentación. Se trata de pequeños huertos y prados que fueron floreciendo por aquí y por allá, donde se sembraban calabazas, otros tubérculos, tomates, así como diversos árboles frutales. Incluso, era frecuente que en las casas hubiese un corral donde, además de gallinas, sembraban limoneros, naranjos, grana- dos o cocoteros así como algunas hortalizas. Cientos de huertas y pequeñas propiedades proliferaron en la isla, plantándose árboles frutales, aunque las alusiones a esta agricultura hortofrutícola sean muy parcas. 38 En cada estancia se reservaba una pequeña parcela para el cultivo de frutales, fun- damentalmente cítricos y cocoteros. Se trataba, en su mayor parte, de una agricultura casi de subsistencia, en la que los cortos excedentes se vendían en los mercados locales. Algunos productos agrarios originarios de la isla tuvieron una cierta aceptación en la Península, aunque su comercialización nunca dejó de ser marginal. Así, en las dos décadas comprendidas entre 1561 y 1581 llegaron a Sevilla 107 barriles de ají –una variedad muy picante de pimientos– procedentes en su mayor parte de Santo Domingo y Cuba. 39

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