Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I

Historia general del pueblo dominicano 441 El negocio debió resultar rentable durante algunos años, pues, en 1531 se decía que Antonio de Villasante obtenía tan solo en las cinco tiendas que poseía en Santo Domingo más de 100 pesos de oro anuales. Sin embargo, pa- rece ser que Villasante falleció en algún momento de la década de los treinta, pues en estos años perdemos totalmente su rastro, y ni sus sucesores ni sus socios continuaron con el negocio. Es posible que la Corona, tras su muerte, eliminara el monopolio, desapareciendo su tráfico comercial al menos como negocio. Desde ese momento, la cañafístula sería la planta medicinal más amplia- mente comercializada. Se trata de un árbol originario de Asia, que luego se extendió hasta Egipto desde donde a su vez se trasplantó a Europa. 62 Podía llegar a alcanzar hasta los diez metros de altura y daba un fruto de pulpa negruzca y dulce. Fue introducida en los primeros años del siglo xvi , aclima- tándose de tal manera que pronto se hizo muy abundante en las Antillas y en Centroamérica. 63 Al parecer se utilizaba desde la Antigüedad como purgante y laxante, manteniéndose su uso en la Edad Media y en la Moderna. En la Española comenzó su explotación comercial durante la segunda década del siglo xvi . En 1517 los Jerónimos enviaron una caja de cañafístula al cardenal Cisneros, probablemente para que analizara su utilidad y las posibilidades de explotarla comercialmente. 64 Inmediatamente después, en torno a 1518 o a 1519, cuando la economía de oro estaba prácticamente arruinada y los vecinos buscaban alternativas económicas, «pusieron en la cañafístula toda su esperanza » sembrando grandes extensiones de arboledas especialmente en la zona de La Vega. 65 Efectivamente, el bachiller Álvaro de Castro, deán de la catedral de Concepción de la Vega, poseía una heredad de 10,000 pies de cañafístula en la que había invertido mucho capital. Sin embargo, estas primeras perspectivas se frustraron por dos razones: pri- mero, por una plaga de hormigas que destruyó una buena parte de estos sembrados, y segundo, porque el mal estado de la red viaria de la isla hacía dificultoso su transporte hasta los puertos donde se debía reembarcar con destino al mercado peninsular. Pese a todo, su explotación continuó pues, dado que todavía no existía una competencia seria de Cuba, Puerto Rico, Jamaica y Centroamérica, el gé- nero seguía alcanzando un buen precio de venta en Sevilla. De hecho, entre 1522 y 1523 el quintal se cotizó a 50 ducados por lo que mercaderes, como Pedro de Cifuentes, consiguieron obtener unos beneficios de nada menos que 800 ducados. 66 Poco después era Diego Méndez, alguacil mayor de la isla, el que remitía a Sevilla cierta cantidad de pulpa que, finalmente, por diversos motivos, le fue confiscada. 67

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