Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I
Otros sectores productivos y económicos 456 gran cantidad para abaratar los precios; y cuatro, que se llevasen labradores que quisiesen poblar la isla, incluidos los extranjeros, y que «los que inventasen algunas granjerías», gozasen de libertades. 116 En 1527, 1528, 1530 y 1532 la isla volvió a insistir en su reivindicación de comerciar libremente con la metrópolis, o al menos en lo concerniente a los tres grandes productos de exportación, el azúcar, los cueros y la cañafístula: Que por parte de esta isla se ha suplicado muchas veces a Vuestra Majestad mandase dar licencia para que los azúcares, cueros y cañafístula, que es cosa de la granjería de la tierra, en cuyo despacho parece que consiste todo el bien y población de ella, se pudiesen llevar desde esta isla derechamente a Flandes porque allí, y según se dijo, tiene mucho despacho y muy aventajado así en la venta de esta granjería como en el retorno que de mercaderías y gente de ella se puede traer. 117 Las acusaciones se dirigieron hacia los mercaderes sevillanos a los que achacaban una intencionalidad de beneficiarse a costa de enviar solo lo justo. Se trataba de la primera vez que se cuestionaba seriamente la posibili- dad de instaurar el libre registro. La apertura de varios puertos peninsulares al comercio indiano llegó, definitivamente, en 1529; 118 sin embargo, como muy bien afirmó Haring, esta ley de libre comercio para algunos puertos no fue más que letra muerta puesto que ni supuso libertad de comercio, ni por supuesto registros sueltos. 119 La élite criolla dominicana no desistió y todavía en 1588 y sus miembros volvieron a reivindicar que los barcos pudiesen ir y venir a la Española libremente, »con flota o sin ella para que lleven y valgan los frutos » . 120 Lo cierto es que el fracaso de las propuestas de libre comercio, su exclu- sión de los circuitos comerciales y la imposibilidad de fijar precios colocaron a la isla en una situación límite. Cuando un barco entraba en el puerto de Santo Domingo, los vecinos compraban la mercancía europea y embarcaban los productos de la isla para ser vendidos en Sevilla por algún factor. Pero las dis- tancias y la escasa comunicación provocaban que el retorno de los beneficios se demorase por espacio de varios años. Hernando de Sanabria, un zapatero zafrense afincado en Santo Domingo desde 1561, tenía abandonado su oficio y se dedicaba al envío a Sevilla de productos de la tierra. El 28 de abril de 1581, Sanabria otorgó poderes en la capital primada a Jorge Rodríguez, también residente en la isla, para que acudiese a Sevilla a cobrar «todas y cualesquier maravedíes y pesos de oro y plata o reales, cueros, azúcares, cañafístulas,
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