Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I
Otros sectores productivos y económicos 458 sus productos, quejándose por cierto del monopolio que estos ejercían y del control de los precios de compra-venta. También detectamos la entrada en la isla de una gran cantidad de plata, oro y perlas que, en unos casos, eran fruto de estos beneficios comerciales, y en otros, llegaban remitidas por sus propietarios en el Perú, Tierra Firme y Nueva España para reembarcarlas a España. Unas veces entraba de manera ilegal sin registrar y otras lo hacía legalmente. De todo este capital, una parte se quedaba en la isla en pago de comisiones y de testaferros. Por ello, no es de extrañar que las advertencias de la Corona para que no se sacase metal precioso sin registrar se reiterasen a lo largo del quinientos. Como ya hemos afirmado, en este comercio los portugueses y los cana- rios jugaron un papel muy destacado. Las islas Canarias, y en especial la Gomera, se convirtieron en punto obligado de recalada de todos los navíos de la Carrera de Indias. Allí debían abastecerse en teoría de agua y víve- res para la travesía, pero en la práctica, embarcaban vinos y cereales con el objetivo de venderlos en las colonias. Pero al margen de las flotas, las islas Canarias mantuvieron una intensa relación con las áreas marginales del Imperio, particularmente con la Española, que la metrópolis no tenía la capacidad o la voluntad de abastecer suficientemente. Gracias a este tráfico la isla palió en cierta medida sus necesidades no solo mercantiles sino tam- bién humanas. 125 Con razón la Audiencia declaró en varias ocasiones que el comercio con Canarias era «la principal sustentación de la isla » . Hasta el obispo de Canarias, Lope de Sosa, se animaba a hacer negocios enviando a la isla harina, queso y otros productos procedentes de sus décimas. En 1526 obtuvieron un privilegio para cargar sus productos para las Indias durante dos años, con la única obligación de remitir el registro a la Casa de la Contratación. La licencia se prorrogó en 1531 por otras dos anualidades y, en 1534, por otras seis hasta finales de 1540, todo fundamentándose en el hecho del desabastecimiento de la isla. Sin embargo, aunque el privilegio tenía fecha de caducidad, este comercio que bordeaba la legalidad continuó durante décadas, ante la permisividad de las autoridades sevillanas. No obstante, en ocasiones convenía denunciar al traficante y embargarle sus bienes para al menos aparentar que se perseguía el contrabando. Los portugueses no se quedaron atrás y, al igual que los canarios, eran vistos como comerciantes ilegales pero amigos. Solo se les perseguía y confiscaba cuando vendían a las islas comarcanas, perjudicando los in- tereses de los cargadores dominicanos. Con frecuencia, los lusos carga- ban vinos y otras mercancías en las islas Canarias y de allí se dirigían a la Española. Obviamente, el perjuicio para los cargadores sevillanos era
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