Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I
Otros sectores productivos y económicos 460 Por ello, pese a la prohibición, el fraude no solo se mantuvo sino que fue aumentando progresivamente al menos hasta bien entrado el siglo xvii . El 16 de febrero de 1563 los vecinos de Santo Domingo remitieron un memorial al Rey solicitando la liberalización del comercio de cueros. Al parecer, la pro- hibición de que se sacasen de los reinos de España provocaba que se pagase a 10 u 11 reales la unidad, e incluso a menos. Ello, a su juicio, iba a provocar la ruina de muchas islas y territorios marginales de la América Hispana. Probablemente, la petición respondía a hechos consumados; pero la Corona insistió en la prohibición, reiterándola nuevamente por una Real Cédula del 21 de mayo de 1577. Esta negativa, lejos de frenar el contrabando, provocó su incremento en los años sucesivos. Un comercio ilícito que no solo perjudicaba las rentas reales sino que también sentaba un mal precedente, ya que dichas prácticas podían extenderse a otras áreas del imperio. Lo cierto es que los corsarios pagaban mucho mejor el género de la tierra, fundamentalmente los cueros vacunos, pero también el azúcar, las salazones de carne, las maderas y la cañafístula. Y ello, porque en Europa, especialmente en Holanda, se estaba desarrollando la industria del cur- tido y se necesitaba la materia prima. 128 A cambio, se vendían en la isla productos textiles, herramientas, armas, harina, vino y esclavos, artículos que, como ya hemos dicho, por la vía legal llegaban escasamente y a altos precios. A modo de conclusión El análisis de las distintas alternativas económicas nos ha deparado un gran dinamismo, bastante mayor del que la historiografía ha venido tradicio- nalmente sosteniendo. Desde los inicios del siglo xvi se implantó un sistema productivo precapitalista que buscó, en la medida de lo posible, la diversi- ficación económica. Se experimentaron todos aquellos sectores económicos que, en teoría, podían rendir beneficios, aprovechándose de la agricultura, la ganadería, la minería y la actividad forestal. Si a la larga la mayoría de ellos no prosperaron, no fue por falta de voluntad de los agentes económicos, sino por su escasa rentabilidad. El problema de la economía dominicana no fue tanto la fuerte especiali- zación en la extracción de oro primero, y en el azúcar después, como tradicio- nalmente se ha sostenido, sino el férreo monopolio comercial impuesto desde
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