Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I

461 Historia general del pueblo dominicano Sevilla. Ello, unido a la elección de La Habana como punto de retorno de las flotas y galeones, generaron tres gravísimas secuelas a su economía: Una, que los productos europeos llegasen a cuentagotas y a precios desme- surados, a la par que se devaluaban progresivamente los cuartos y los medios cuartos de cobre que eran las monedas usuales que se manejaban en la isla. Se trataba de una moneda fiduciaria, cuyo valor no era intrínseco sino que se fijaba por ley. 129 Esta moneda era de vellón, es decir, una aleación de cobre con una pequeña proporción de plata. Se acuñó tanta moneda fraccionaria que su valor no cesó de devaluarse a lo largo de todo el siglo xvi . Ello dificultaba las transacciones comerciales, por la gran cantidad de monedas de vellón que de- bían usarse para comerciar con los mercaderes sevillanos. El Cabildo de Santo Domingo ya intentó poner remedio, solicitando a la Corona una reevaluación de los cuartos para que «valiese uno lo que hoy valen cuatro, porque del modo y valor que hoy tienen son muy embarazosos de contar y de cargar». 130 Se emi- tió vellón al valor de dos maravedíes, respaldándolo la Corona por disposición del 25 de julio de 1583. 131 Sin embargo, todo parece indicar que en la práctica no se consiguió su reevaluación y que el valor real de los cuartos se mantuvo en un maravedí como reconocían los miembros del concejo. Y es que, aunque los funcionarios querían cobrar en moneda de oro o de plata, el grueso de la pobla- ción prefería pagar en cuartos de cobre. Y ello porque, aunque los comerciantes sevillanos los rehusaban, los contrabandistas y corsarios sí los aceptaban, por lo que se podían comprar sus productos a precios más razonables. Un tira y afloja entre diversos grupos de poder. Lo cierto es que todo parece indicar que las autoridades se dirigían hacía un fracazo en sus intentos de estabilizar y revaluar la moneda local. Se trataba de un cóctel fatal al menos para la economía legal, por sus excesivos precios y una moneda depreciada, lo que obligaba a realizar grandes desembolsos en metálico, simplemente para obtener productos básicos y herramientas. Algunos mercaderes, incluso, optaban por pasar de largo bus- cando mercados más fructíferos, dejando desproveídos de vino, harina y ropa hasta a los más ricos de la isla. Otra cosa era, por supuesto, el contrabando. Dos, que en teoría solo una vez al año, en marzo o abril, podían expor- tar sus productos en uno o dos navíos que se incorporaban a la flota de las Indias. La limitada cabida de los pocos buques de que se disponía disparaba el coste de los fletes, restando competitividad a sus productos. En definitiva, inflación, altos precios de fletes, escaso valor de los productos de exportación y precios desorbitados en los de importación. Y tres, que el descenso progresivo de los precios de sus exportaciones en Sevilla, básicamente debido a la excesiva oferta, provocó un descenso dramá- tico de los márgenes de beneficio. De hecho, entre 1568 y 1600 se produjo una

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