Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I
Historia general del pueblo dominicano 51 aunque no se contrapusiese de manera taxativa con el reconocimiento genérico en torno a lo dominicano. El caudillismo fue acaso la expresión más relevante de los efectos políticos de estas realidades. Se podría validar que la comunidad nacional es un fenómeno inconcluso por cuanto no se ha producido la integración necesaria para forjar una agenda política común. Pero, ¿es este un fenómeno privativo?, o ¿más bien no consti- tuye la norma en la generalidad de las formaciones nacionales modernas? En dado caso, lo que está planteado es interpretar la gestación y ulterior decurso del ente nacional. Tal realidad de rupturas entre sectores sociales, étnicos y te- rritoriales subyació detrás del fracaso recurrente de los portadores de la teoría liberal en el siglo xix . De la misma manera, aunque existe consenso aparente en cuanto a la existencia de un único pueblo, este tampoco ha encontrado un punto final de constitución. En particular, la existencia de una amplia migra- ción haitiana en las décadas recientes plantea un problema de nuevo corte. A pesar de todas estas precauciones, para fines expositivos resulta pre- ciso llegar a conclusiones. Por una parte, solo es posible hablar de pueblo dominicano a partir de las postrimerías del siglo xvii y aun entonces de ma- nera matizada. Los períodos previos deben comprenderse dentro de procesos formativos, lo que no los exime de importancia. Una de las conclusiones que se desprenden es la continua heterogenei- dad, en relación dialéctica con las tendencias convergentes en su interior. Es lo opuesto, por su fisonomía, a aquellos pueblos que se han constituido con elevados grados de homogeneidad en ciertos ámbitos y sentidos de in- tegración. Entre las élites criollas se formularon estereotipos ideales, como recogió Antonio Sánchez Valverde, quien predicó la similitud de los crio- llos con los peninsulares y la identificación de los sectores superiores con la noción del colectivo, con lo que dejaba fuera a la mayoría de esclavos, libertos y libres de color. Han surgido otros conceptos parecidos a lo largo del tiempo, pero en general con componentes excluyentes. Es el caso de la apuesta por la africanía, en boga hoy entre segmentos de intelectuales, aunque poco fundamentada en el terreno histórico. Habría que establecer como tarea los hiatos entre los rasgos heredados de la cultura africana y su apreciación expresa. Por tanto, la mejor fórmula para aprehender la formación del pueblo dominicano es su multiplicidad de rasgos, en un continuo que va modi- ficándose con el paso del tiempo pero que no excluye la recomposición en torno a los mecanismos de cohesión. Atono con lo anterior, ningún rasgo en particular resulta definidor de una condición genérica del pueblo dominicano, ni siquiera el de la composición
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