Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I
Aparatos administrativos e institucionales 518 parte del gobierno. Esto es cierto, y hasta se ha afirmado que el municipio indiano tenía ciertas características democráticas, en medio de un régimen centralizado y vertical donde la gran mayoría de las funciones eran encomen- dadas a españoles peninsulares designados para esos cargos por el Rey o su representante. Pero no es menos cierto que la autonomía de los Cabildos municipales fue débil, ya que los otros órganos de gobierno se inmiscuían frecuentemente en sus atribuciones. A lo largo del tiempo la pequeña élite criolla acaparó todos los cargos de elección popular, y de esa manera las familias más pode- rosas de las ciudades y villas se perpetuaban en los cargos municipales. Pero su importancia no mermó por eso, ya que representaban el único organismo que se realimentaba continuamente con la elección de sus miembros y sin depender de manera directa de las instancias de poder en España y, además, fue quizás el único donde el criollo podía participar en la toma de decisiones. Se señaló que los Cabildos estaban compuestos de regidores, cuya can- tidad dependía de la importancia de la ciudad y la cuantía de su población. La ciudad de Santo Domingo tenía no más de diez, pero generalmente no pasaban de cinco. Las ciudades y villas menores tenían tres. Esos regidores elegían anualmente a los dos alcaldes, cargos importantes, pues ocupaban la posición más baja en la jerarquía judicial, como jueces de primera instancia. Otros cargos de elección eran el alguacil mayor, el tesorero, el escribano, el alférez real y los alcaldes de la hermandad. Estos últimos tenían como fun- ción vigilar los campos y asegurarse de que en ellos reinaran la tranquilidad y la obediencia a las leyes y reglamentos impuestos por las autoridades. La función de escribano era importante, ya que era a él que había que recurrir para dar autenticidad a actos de compraventa, hipotecas, manumisiones de esclavos, testamentos, etc., por lo que sus protocolos eran (y son) la única fuente para conocer la historia de esos municipios y sus habitantes. Importantes eran también los bienes municipales, que se dividían en ejidos y propios. Los primeros eran los terrenos alrededor de la ciudad, cuyo uso se destinaba a la comunidad y donde pastaban y abrevaban los ganados que se traían para sacrificar en los mataderos. No podían ser objeto de arren- damiento o venta. Los inmuebles propios de los municipios provenían de compras o donaciones y sí podían ser arrendados o vendidos. Los municipios tenían a su cargo la apertura de caminos, barcas y puen- tes. Manejaban los cementerios, mercados, mataderos y galleras. Regulaban los precios de los alimentos y demás mercancías que se producían o entra- ban a la ciudad o villa. Para ello contaban con ingresos consistentes en im- puestos llamados «arbitrios», que cobraban por la entrada de productos, el
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