Historia General del Pueblo Dominicano Tomo I

Aparatos administrativos e institucionales 522 pudieron entrar al estado eclesiástico y avanzar a ser párrocos, abades u otras posiciones en el clero. A cada grupo social se le aplicaban las leyes y reglas propias, basadas en una proliferación de reales cédulas, instrucciones y otros instrumentos jurídi- cos provenientes tanto de España como los promulgados por las autoridades locales, como el gobernador, la Real Audiencia y los Cabildos. En la cúspide de la pirámide social se situaban los altos funcionarios llegados desde España: el gobernador, los oidores de la Real Audiencia, los oficiales reales que manejaban las finanzas, el arzobispo y los abades de con- ventos. A ese grupo se podían unir algunos criollos que habían avanzado socialmente y ocupaban posiciones como alcaldes y regidores de los ayun- tamientos. Incluía a los grandes propietarios de tierras, hatos y estancias, los dueños de ingenios azucareros y los pocos comerciantes mayoristas. A pesar de ocupar esos cargos elevados, su vida tenía restricciones impuestas por las leyes, como la que prohibía a los gobernadores ser dueños de granjas y estan- cias de ganado dentro de sus jurisdicciones. A los religiosos se les prohibía ser dueños de tierras. Sin embargo esas restricciones fueron frecuentemente violadas poniendo esos bienes a nombre de terceros. En el escalón inmediatamente inferior estaban los profesionales y miem- bros de la burocracia, como fueron los médicos, boticarios, abogados (llamados letrados), maestros, curas y monjas, los empleados subalternos del gobernador y de la Real Audiencia, así como los oficiales militares. Por su posición económi- ca aquí se incluyen los hateros, dueños de extensiones de tierras, cuya riqueza era su ganado vacuno, caballar y porcino, que abastecían a las villas y ciudades de carne y cueros, y que exportaban parte de las pieles crudas o curtidas. Por debajo de ellos, se ubicaba una amplia gama de artesanos y pequeños comerciantes que cubrían las necesidades locales de las ciudades. Muchas de esas ocupaciones pasaban de padre a hijos. Al no haber industrias, todo se hacía a mano en pequeños talleres urbanos o en las afueras de las ciudades y villas. Eran los herreros, albañiles, ebanistas, carpinteros, canteros, panade- ros, barberos, zapateros, plateros, curtidores, talabarteros, toneleros, serenos, armeros, sastres y costureras. Se incluían en este grupo los dueños de fondas y hospedajes y los cocheros. En las ciudades con puerto se añadían los pesca- dores, marineros, calafates, yoleros y barqueros. A nivel rural estaban los mayorales, capataces, vaqueros, monteros, leña- dores y labradores, algunos dueños de pequeños predios y otros asalariados de dueños de tierras de mayor extensión. Aún más abajo, aunque hombres y mujeres libres, pero de muy baja condición social y de gran pobreza, se ubicaban los buhoneros, criados y

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